Viernes Santo Horarios, itinerarios y recorridos del Viernes Santo en la Semana Santa de Cádiz 2024

Atardece, los colores se van perdiendo, y sobre las calles, un espejo de rutina refleja las luces que comenzaron a encenderse.

La ciudad anuncia la belleza de un otoño que ni temprano ni lejano, se deja entrever después del largo verano. Sin pensarlo, a lo cerca veo la barandilla de aquel río en donde la oscuridad ya oculta la otra banda. Una fina lluvia va limpiando el ambiente cargado de la mañana, respiro profundamente y me dejo llevar por el disfrute de esos días cortos que ofrecen el amparo de las terrazas ya cerradas.

Lejos de buscar el refugio de los hogares, la gente pasea mezclándose con esos turistas que vienen a disfrutar de esas tardes templadas de una ciudad costera.

El tiempo ha conducido a la ciudad a un turismo anual, se disfruta de los paseos abrigados pero sin que el viento hiele los rostros, tiempos en los que la oferta gastronómica pide alimentos calóricos que en verano son demasiado pesados, pero aun así, los pasos me llevan a los paseos junto a la playa, a donde llego acompañado de la luna que comienza a dominar el cielo. Reflejada en las aguas me dejo embriagar por ella, sin que la molesta lluvia moleste, invitándome a hundirme en unas arenas enfriadas en la oscuridad. Descubro que ciudades así ofrecen un sinfín de experiencias agradables. El murmullo de las olas, el olor a mar, la dulce lluvia que cesa, el aire limpio y fresco.

Contemplo la orilla y me vuelvo a la civilización de bares y restaurantes. Mirando alrededor aprecio lo que no apreciamos, aquello que otros, venidos de climas en donde el blanco oculta lo negro de la noche, aprecian la dulce brisa que invita a pasear.

Pensándolo bien, teniendo en cuenta a dónde hemos llegado, no albergo dudas y una ciudad como la que pisamos corta se queda para recibir a tantos y tantos que buscan sus acogedores otoños, sus benignos inviernos, y, sobre todo, la buena acogida.

Lástima que ante una oferta hotelera como la que tenemos sea difícil acoger a más, sin olvidar un puerto de abrigo natural como es el río que acogería un turismo marítimo de invierno deseoso de invernar al amparo de un río y una acogedora ciudad.

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