Gastronomía José Carlos Capel: “Lo que nos une a los españoles es la tortilla de patatas y El Corte Inglés”

Ya sabe, se trata de una expresión coloquial que expresa la necesidad de considerar con detenimiento las consecuencias que podría tener una determinación o acto antes de llevarlo a cabo. Sabia precaución emanada del pueblo cuando éste prescinde de intermediarios.

Usted, si es joven, no lo habrá conocido, pero cuando en España estaba entronizado el nacional-catolicismo lo normal era que infinidad de personas no ponían un pie en la calle sin haberse santiguado en el portal. Era, dada la época, una forma piadosa de tentarse la ropa y no necesitar hacerlo a cada paso. No quiero entrar en detalles porque el pasado no deja de ser una china en el zapato a pesar de que lo sigan utilizando los que no lo vivieron contra los que ni tienen idea de lo que pasó. Por eso hoy quizás sea oportuno recordar eso de tentarse esa ropa y no cometer imprudencias que, a la corta o a la larga, siempre pasan factura, aunque a la vista de cómo van las cosas, aquí la ropa no se la tienta ni el Tato.

No obstante, al igual que nos hemos enterado de que a Pedrín le gusta el entrecot en su punto, deberíamos saber si él se tentó la ropa antes de indultar a delincuentes comunes; dijo que lo hacía "en conciencia" y, claro, para la mayoría que no vive de la suya como modelo, esto no es sino un motivo más de alarma, ya que jamás especifica el tipo de conciencia que utiliza. Dúctil que es el chaval.

Todo el mundo sabe que hay varias interpretaciones. Una de ellas queda definida como la "Facultad del ser humano para formular juicios espontáneos e inmediatos sobre los actos propios y los ajenos y que permite distinguir el bien del mal"; es decir, la conciencia es un subjetivismo al que hay que añadirle siempre el matiz. No es lo mismo la conciencia social -tan elástica siempre-, que la conciencia de clase. La primera, aunque a regañadientes, plantea una cierta inclinación al equilibrio; la segunda implica practicar en general los valores morales que, a pesar de lo que digan, no son exclusivos de los que están aupados a cierto poder decisorio y se lo pasan por el forro con tal de mantener sus prerrogativas.

Y en esto radica todo. No, no vale recurrir al tópico de que la democracia es así o asá. Evidentemente no es un parche Sor Virginia que sirve tanto para un roto como para un descosido. Tampoco es una guarida donde se esconden -dizque legalmente- unos cuantos listillos apoyados en unas mayorías amañadas, si no analfabetas en su totalidad, sí con la creencia de que los extraños a ellas no merecen respeto porque son carne para albóndigas.

Y de todo ello ¿con qué parte debiéramos quedarnos? Con una muy sencilla, la única válida ya que hablamos de tentarnos la ropa cuando de conciencia se trata: "Necesidad de haber reflexionado y juzgado los propios actos para tenerla muy tranquila". Y ya ve, no debe ser fácil cuando cada día que pasa se nota que el pueblo hierve porque en los últimos cuarenta años jamás se ha sentido tan impotente, tan manipulado.

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