Panem et circenses. No entro en disquisiciones, pero es sabido que esta locución latina fue utilizada por los romanos para describir las prácticas de los gobiernos para mantener tranquila a la población ocultándole hechos controvertidos a cambio de suministrar a las masas precarios alimentos y diversiones de baja calidad y con criterios asistencialistas, ya sabe, esa actitud política orientada a resolver problemas sociales a partir de la asistencia externa en lugar de generar soluciones estructurales. ¿Le suena?

Menos mal que esto ocurría en la antigüedad; ahora sería imposible porque tenemos la confianza de que el principal objetivo de nuestros políticos, aparte de repartir el bienestar a manos llenas, hacen lo imposible para que podamos pensar por nuestra cuenta aun a riesgo de que aumenten nuestras preocupaciones, nuestras incertidumbres ya que, de hecho, estén convencidos de que nuestros niveles intelectuales no están preparados para encontrar soluciones, a no ser que el 'sí, señor' sea la única salida a los problemas que nos acosan.

Así, pues, podemos vivir felices sin saber nada de los porqués de lo que ocurre: los indultos, la sanchidad del monclovita, lo de Marruecos, la reunión en la cumbre con Biden, la crisis sanitaria, la duda sobre las vacunas, el exterminio de los autónomos, la precariedad en investigación, los planes de pensiones, las comisiones de la banca, el recibo de la luz, los pactos contra natura a toro pasado, las tretas para alcanzar y conservar el poder, los planes educativos, la desaparición del dinero físico, los robots como animales de compañía, las amenazas con la inteligencia artificial, el alargador de pestañas, la freidora sin aceite, el valor terapéutico del aceite de mirto o el esencial de hierba de San Juan destilado hidroeléctricamente, amén de los dramas de Rociíto, del baldeo de bragas y braguetas de los programas televisivos que son, no lo dude, el circo más barato y que sin él disminuiría muy mucho el estado de bienestar en que vivimos.

Pelillos a la mar, qué coño, para eso están nuestros redentores que, por cierto, ellos están dispuestos a que alcancemos la gloria terrenal en manadas, nada de la creencia antigua de que la salvación es individual, según puntualizaban aquellos libritos antiguos llamados catecismos. ¡Rémoras del pasado! Sobre todo de aquel que cambió el Pan y Circo por el Pan y Toros, a pesar de que el pan tenga los días contados a cambio de una píldora macrobiótica y los toros es una iniquidad salvaje propia de los enemigos de los movimientos animalistas, dispuestos a la salvación de todas las especies, incluidos los pollos que son, a la postre, la carne de los pobres.

Tenemos que admitir que estas acciones no están pensadas para faltarle el respeto al ciudadano, ese que está en el paro eterno o el héroe anónimo que cumple diariamente con su obligación, que paga puntual y obligatoriamente los impuestos que mantienen el disparatado aparato del Estado, dueño de vidas y haciendas que no tiene por qué rendirle cuentas a nadie a pesar de que confunda la necesidad de razonar para convencer y la cambie por la de maquinar para someter.

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