Lo leo en la prensa: "El fenómeno fan: un misterio sin resolver para la sociología". Me llama la atención esta interpretación y caigo en la tentación de fijarme en las personas que lloran, gritan, se desmayan ante la presencia de su ídolo -o ídola-, fenómeno que jamás he logrado entender. 

Para puntualizar, añade el texto leído: "Los ídolos transmiten mensajes que reflejan la situación de muchas personas y consiguen ayudar, de una forma u otra, a quienes la escuchan". No dudo que así sea cuando se refiere a artistas de mayor o menor recorrido, lo que no queda claro es el porqué esa veneración sirve de lenitivo cuando la mayoría de los ídolos son productos fabricados a medida de las necesidades del consumidor. Bueno, vale, cada cual es dueño de aliviar sus histerias como mejor pueda. Pero que haya personas en el mismo trance cuando de un político se trata…

En la Grecia Clásica algunos filósofos tenían sus fans, así como las personas que competían en las Olimpiadas o algunos profetas de tipo religioso que llegaron a tener una conexión extraordinaria con una parte de la sociedad, pero en la Grecia Clásica el poco conocimiento del pueblo en general estaba mediatizado por videntes, filósofos o santones, ¿pero en la actualidad le suena de algo?

Mi curiosidad está motivada no porque los histéricos devotos de algo o de alguien sean analfabetos, sino porque en ese grupo -cada vez más numeroso- entran personas supuestamente bien dotadas intelectualmente que, incomprensiblemente, padecen de esos arrebatos y hasta pierden los estribos si se les hace razonar o, peor, si se les lleva la contraria. 

No es una situación que se haya presentado de pronto, ya Mesonero Romanos lo apuntaba dos siglos atrás cuando el pueblo elevaba a los altares a Fernando VII a pesar de ser uno de los indeseables más retorcidos de la Historia. La disculpa, según dicho autor, fue que el pueblo de entonces no tuvo más alternativas para elegir que entre el francés y el felón y, claro, mejor un sinvergüenza de casa que una tiranía extranjera. 

Pero es que los actuales felones de turno, antes de ser cabecitas de ratón presumen de habernos sometido a contra corriente, caiga quien caiga, que por humillar que no quede. Por eso, dado el abuso, los que opinamos sobre estos asuntos desde la perspectiva de las víctimas, debiéramos corregir esa tendencia guardando un absoluto silencio con los ires y venires de todos estos sujetos y respetar exclusivamente a aquellos que demuestren que nos respetan, rara Avis.

¿Que abusarán más? No, no es posible. Ya estamos condenados gracias a las ingentes patuleas de fans, o precisamente por ellas, y terminaremos como los cornudos que, encima son apaleados.

Llegar a la conclusión de que no existen redentores alivia bastante. Mire, guardia, abusar ya han abusado; ricos ya lo son; inútiles, también, ¿qué queda, solo la resignación? Así está la sociedad, sin pulso, como ya dijo en 1898 Francisco Silvela, y lo peor es que se niegue a ver que está gobernada por una patulea al socaire de sus fans.

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