Estaré equivocado, pero me da la impresión de que en algo nos estamos equivocando; me refiero a los españolitos de a pie, tan dados a confundir las opiniones con los juicios sumarísimos, sobre todo cuando de acciones de políticos se trata. Pues bien, qué pasaría si se afirmara que jamás como ahora los hemos tenido más transparentes, más leales, más preparados, más comprometidos con sus altos ministerios y si algo va mal, circunstancia discutible, es por nuestra culpa, por nuestra falta de responsabilidad y por estar pendientes de lo que ni nos importa ni nos corresponde: las reglas de la obediencia están para cumplirse y punto. ¡Qué sabremos nada de nada la gente de a pie!

Amanecer y comprobar se que cumplen las promesas del gobierno es motivo de alegría y confianza. ¡Qué sería de nosotros sin estos arcángeles, sin este presidente que nos adora, que ni duerme pensando en nuestro bienestar! Sí, su esfuerzo sería imposible sin el apoyo moral de su vicepresidente segundo y la dulce cohorte de las demás almas sensibles empezando por la vicepresidenta primera, inmensa y sacrificada labor la suya, todo hay que decirlo. Los demás son apéndices del mismo tronco en un abanico tan amplio y armonioso como rico de contenidos: Redondo, el gran muñidor; Echenique, el breve pero agudo pensador; Otegui, hombre de paz y un valor en auge; Rufián, adorable activista social en la lucha por la autodeterminación, ¡y Celaá!, detente bala, la que acaba de contribuir con su Ley -aprobada por la amplísima mayoría de un voto-, que logrará en tiempo récord la inutilidad de pensar que la libertad es un señuelo fomentado por carcas y si en la España pluricultural no se alcanzan los niveles de los países fachas del entorno, mejor para todos, ya que la competitividad es odiosa siempre. Ruin maldad la levantada contra ella y su supuesto empeño en abolir la lengua española -esa antigualla-. Su intención es noble: hacernos ver que este idioma dejó hace mucho de ser la lengua del imperio, ¡por favor!, y que todos los pueblos tienen derecho a imponer la propia. ¡Se trata de derechos! ¿Es tan difícil de entender la pluralidad de lenguas?

Es ley de vida, todo caduca y hay que reconvertirse en progresista si se quiere sobrevivir. Pero, sinceramente, nunca como ahora se ha vivido tiempos de generosidad y de comprensión como estos que ahora se respiran amando a los que pretenden separarse de la manada, esos independentistas fieles a sus principios inalienables; esos irredentos terroristas… ¡por favor!, ¿cómo no abrirle los brazos?, están en su derecho de formar parte de las urdimbres de Estado hasta conseguir desde dentro acabar con todas sus estructuras y en su derecho de crear otras nuevas aunque, como pasa siempre, no les dejen otro camino que la extorsión y el chantaje. ¡Comprensión, mucha comprensión!

Pero a lo que vamos, a que hay que sentirse feliz. Tenemos la mejor clase política que podríamos desear, respetada en el mundo entero empezando por Marruecos. En la maravillosa gestión que se lleva a cabo en Canarias con la inmigración está la última prueba.

Menos mal que existe el sarcasmo.

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