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Puente de Ureña

La isla de nunca acabar

Ahora estamos en el famoso apagón de los sentidos isleños. La Isla omite, no se molesta. La astenia la domina

Se cumple el ciento cincuenta aniversario de la inauguración de la Plaza de toros de la Isla, y el cuatro de julio se cumplió el centenario del nacimiento de Rafael Ortega. Sergio Pérez Aragón celebró al gran matador y amigo, así como el 150 aniversario de la Plaza el dr. Chamorro también, y, en Diario de Cádiz, Curro Orgambides hablaba de las efemérides y del silencio de la ínsula en ambas ocasiones.

Se trata de memoria viva. El centenario de la plaza de toros en 1971, estuvo coordinado por el doctor y académico, Don Juan García Cubillana, con la concepción de un ciclo de conferencias en el Hotel Salymar, donde me abrió la inclusión generosa, con una conferencia en la que hablé sobre la suerte de matar, cómo no, para los toreros aspirantes de entonces, que tenía y tendrá siempre, como eje, a Rafael Ortega.

El maestro, en una estocada de ley, matando a Tormenta, de Miura, en Sevilla, publicada en ABC, demostraba su arte, y cuya cabeza estuvo colgada al fondo de la barra, en Casa de Barón, bar mítico en la Plaza de la Iglesia, donde paraba por las tardes, cuando venía de torear en el campo, Rafael Ortega, para hablar de gallos con mi padrino, Rafael Sánchez Padilla.

Fue, sin duda, un rey de espadas, un auténtico as. Según recordaba Rosario Pérez en ABC en palabras de José Luis Remón, quien hacía hincapié en que en la Real Academia de la Historia, es como figura Rafael y que fueron muchos lo que le ensalzaron. Entre ellos, Antoñete: "El que más me ha gustado ha sido Rafael Ortega, a quien considero además el torero más completo y el que ha toreado con mayor pureza".

Esa Isla y ese cartel, Ruiz Miguel matando seis toros de don Manuel Camacho Naveda, fue la culminación del evento, con la presencia del doctor don Juan García Cubillana, perteneciente a la comisión organizadora de aquel centenario, y Quijano, el fotógrafo, quien inmortalizara la histórica fecha con su cámara.

Las corridas de toros nunca faltaban en la festividad del Carmen. En el año de 1934, el de los sucesos de Asturias, por citar un ejemplo democrático, y que no te señalen con el dedo acusativo, hubo tres espectáculos, dos nocturnos, velada, y uno diurno, con ganado de Don Rafael Surga y de Villamarta. Con Surga torearon Chano y Tate II. Con la primera de Villamarta, lo hicieron Manolito Rodríguez y Fernando Blanco, y en la siguiente, Rebujina, Niño del Matadero y Torerito de Triana. Cortando los dos últimos dos orejas y rabo, con una faena memorable del Niño del Matadero.

Como vemos era rentable, a pesar de la pobreza, y Rafael Ortega, que tenía sólo catorce años, participo, montado a caballo, en uno de los mismos. Dato aportado por el doctor y Académico de Honor, Don Juan García Cubillana, que también aclara las tres o cuatro novilladas que toreó el diestro en la Isla, con Ramón Cervera, padre del actual entrenador del Cádiz CF.

Ahora estamos en el famoso apagón de los sentidos isleños. La Isla omite, no se molesta. La astenia la domina. La plaza de toros inventa un pase gastronómico con platos, que es la Monfortina. El entierro de Ortega, dando la vuelta al ruedo en su plaza, como comentarista que fui, cierre este artículo. Última vuelta al ruedo.

Ni cairel, ni alamar. Ya no hay taquillas.

Ni tampoco las sombras del chiquero

buscarán con sus astas el albero.

No hay lance, ni cartel, ni banderillas.

A hombros Rafael sin su cuadrilla.

Sin picadores, ni banderilleros,

sin toro, sin clarín, sin puntillero,

ni el arrastre del tiro de mulillas.

Pero llena su Isla los tendidos.

Te rescatan las palmas del olvido.

Esta vez te saliste de la suerte.

No pudiste pegarle la estocada

al volapié certero de la muerte,

siendo tú el matador y el as de espadas.

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