Algo está cambiando en el panorama bancario español. Las fusiones de entidades se suceden, con la lentitud y la cautela que demandan estas cosas del dinero, y los bancos se unen unos con otros, como buenos hermanos de cartera, mientras al cliente, por lo general, se le queda la cara de un primo con el cierre de sucursales, las reducciones de plantilla, y por tanto el recorte de servicios y atención directa al público, y esa proliferación de gestiones bancarias en los cajeros y en la web que deja a nuestros mayores, a esos que tanto decimos querer ahora que el covid cercena sus últimos años, con más dificultades de las debidas a la hora de mantener la relación con su banco de siempre. El capitalismo sube un nuevo escalón pisando a los de abajo, como es tradición en su voraz avance, y salvaguarda una hucha, por cierto, que se llena con el trabajo de tanta gente que confía sus ahorros al banco de turno.

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