Así titula nuestro vecino en los estíos, el dramaturgo José Luis Alonso de Santos, una obra escrita pensando en que los actores que la representen sean adolescentes o jóvenes. De hecho, aquí en El Puerto se llegó a estrenar hace unos años como final de curso del taller de teatro de verano que, como tantas otras cosas ha desaparecido con la recurrida excusa del covid.

Lanzar un mensaje a través de la mocedad es signo de clarividencia con la sana intención de prevenir lo que salvo un autócrata como Vladímir está haciendo con el mundo en general, y con Ucrania en particular.

Dice el autor que son los ojos de su imaginación los que la han escrito pensando que un asunto tan serio como "la guerra" no se puede ni se debe trivializar. Y es por eso mismo por lo que defiende ante cualquier público los valores de la "no violencia" en todos los territorios de la vida. Ahí es nada. Ahora precisamente que surgen partidos en donde se justifican distintos tipos de violencia, ya sea física, emocional, sexual u homófoba y transfóbica.

Alonso nos traslada a los adultos a través de los jóvenes un nítido mensaje de "no a la guerra". Este paisano de Zorrilla que pretende dominar el mundo a través de las palabras, le dice en su recurrente dramaturgia al sátrapa de turno que la vida es otra cosa, sobre todo las vidas de lo demás, esas que hoy mismo están en el alambre al pie del precipicio. Vidas sin valor alguno para esos bárbaros sedientos de sangre que en algún momento tendrán que pagar por sus fechorías.

Las últimas generaciones de españoles alejados en el tiempo de la guerra incivil, hemos vivido las guerras de otros a través de la televisión con un plato de comida por delante. Hoy domingo 27 de febrero, la guerra la tenemos mucho más cerca de lo que podríamos imaginar hace tan solo una semana.

Hay un perturbado que, con ínfulas de poder omnímodo amenaza sin pudor alguno al viejo continente, quizás pensando que somos simples piezas con las que jugar al juego del calamar. Se preguntaba el escritor, periodista y pensador uruguayo Eduardo Galeano... ¿Hasta cuándo la paz del mundo estará en manos de quienes hacen el negocio de la guerra? Pues eso.

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