Hermosa y necesaria la foto en la que aparecen Albert Rivera y Pablo Iglesias hablando y tomando algo en la cafetería del Congreso de los Diputados. Como si fueran dos personas normales. Tal vez a más de uno nos entró la duda y volvimos a mirar con atención, para asegurarnos que eran los mismos que en hemiciclos, artículos y tertulias, se miran con cara de perro y se dicen lo más bonito que pasa por sus bocas. ¡Dos políticos -y esta reflexión se aplica a todos nuestros líderes-, que se comportan como usted y como yo, con educación, con serenidad, capaces de escucharse y de estar juntos sin que se electricen y se pongan a disparatar e insultarse!

Coincidirán conmigo, amigos lectores, que esta foto era necesaria. Harían falta cientos como ella para compensar otras miles en las que nuestros políticos se insultan y tratan de modo lamentable.

Como es sabido, los ingleses cuando escuchan que alguien habla de otra persona como de un amigo, le preguntan: "¿Es tu amigo? ¿Cuántos kilos de sal habéis comido juntos?". Y ello es así porque la amistad no se forja en un par de días, sino poco a poco, tras escucharse mucho e irse conociendo cada vez más. Tal vez sea demasiado aspirar a que los políticos sean amigos; pero, que al menos, sean civilizados adversarios y no encarnizados enemigos.

Pocas sorpresas esperamos en estos dos meses de campaña electoral. ¡Ojalá hubiera más fotos como la que comentamos! Tal vez no necesitemos los broncos debates televisivos a los que estamos acostumbrados, y sí desayunos informales en los que nuestros líderes hablaran distendidamente de España, de sus problemas, de lo que ellos están en condiciones de aportar y de su deseo de colaborar con otros para remar todos juntos en la misma dirección. ¿Es imposible pensar que tienen mucho más en común que lo que les divide? ¿Por qué nunca hablan de eso?

Soy un viejo que sigue creyendo en el diálogo y en que hablando se entiende la gente. Hasta ahora nadie me ha convencido de que esté equivocado.