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Análisis

Juan CArlos Rodríguez

El flamenco y la estirpe de Rancapino

El flamenco es estirpe y es tradición. Es consecuencia. Pero también tiene misterio, algo indefinible que le hace a uno cantaor. El talento. Y Alonso Núñez, Rancapino Chico (Chiclana, 1988), tiene ambos. Lo trae de familia, de su padre, Rancapino. Pero es cantaor -y grande-, ante todo, "Por mi amor al arte" (Fods Records), como proclama en el que es su primer disco, que ya suena, que ya se escucha. Y que dice aquí estoy yo, este soy, de aquí vengo. "Vengo de una cuna dulce, de arte y poderío./ Vengo de una cuna dulce de los mimbres de mi padre / ay, ha nacío el cante mío". Lo dice él mismo por alegrías de Cádiz, por supuesto. Porque este disco, este cante, es ante todo herencia. Y el reconocimiento de dónde viene lo que canta y lo que es. Por eso es Rancapino, el padre, quien lo abre reflexionando sobre qué significa ser cantaor: "El cante se trae de nacimiento, de la misma familia. Nace con ese duende. Y tiene que doler. Si no ni te escuchan. Si uno no pasa fatigas cantando, que te rebusque, que te encuentre tú a gusto cantando, para quien te escuche te diga ole de verdad".

El hijo atiende, abre camino, encuentra eco en los aficionados, le siguen y le persiguen por quien ha sido su padre, pero sobre todo porque el hijo transmite por sí, llega hondo y canta más hondo aún, con el eco familiar "de la Castaña, la abuela de mi madre,/ mi madre Juana,/ mi tío Orillo del Puerto,/ cómo cantaba mi abuela Rafaela, buena gitana". Pero es también el cante de Chiclana. Y Alonso Núñez, Rancapino Chico, lo dice en esa misma alegría de Cádiz que es más que una presentación: "Alonso Nuñez es mi nombre, por si lo quieren saber,/ de raza gitana soy de la cabeza a los pies,/ nací en la calle La Fuente/ y en Chiclana me crié / bello rincón gaditano, orgulloso estoy de él". Y puesto a presumir, pues que no falte tampoco la playa de La Barrosa: "Tiene Chiclana una playa, que es La Barrosa,/ que hasta las margaritas huelen a rosa". Es agradecimiento, es también orgullo. Y es también un rastro de una particular historia de Chiclana, la más flamenca, la más jonda.

El eco de un cantaor de 30 años que ha sabido -y le ha costado- encontrar su propio camino a partir de la cuna. Y ahora comienza a encontrar reconocimiento. Con diez años ya grabó en el disco homenaje a Juan Habichuela. Pero ahora recrea soleás, bulerías, seguiriyas caracoleras, fandangos, tangos, inevitables alegrías de Cádiz, y hasta una zambra. Realmente, es un disco grabado en directo los días 28, 29 y 30 de noviembre de 2017 en un cortijo en Mairena del Alcor, Sevilla. Allí invitó a un selecto grupo de artistas como fueron cantaores, guitarristas, periodistas, escritores, pintores, toreros... entre ellos, Curro Romero. De ahí, de todos ellos, nace también ese título de "Por mi amor al arte", que cuenta con las guitarras de Antonio Higuero y Paco León. "Yo canto flamenco tradicional, guitarra y dos palmeros". El piano de Diego Magallanes solo asoma en la zambra final.

Alguna vez ha contado Rancapino que, hace veinte años, si se llamaba a su casa, en el teléfono se podía escuchar un mensaje grabado por su hija, Ana. "Este es el teléfono de Rancapino, deje su mensaje después de escuchar el fandango de mi hermano". Y ahí sonaba el pequeño Alonso, entonando una letra por fandangos caracoleros de su padre: "Canto con el sentimiento de Manolo Caracol,/ que del cante era el amo./ Eso lo aseguro yo,/ que Rancapino me llamo". El mensaje lo quitó, eso sí, porque el teléfono sonaba -"cien o doscientas veces", contaba- a todas horas para escuchar al niño. El niño ya es hombre -y sigue siendo caracolero-, pero ahora arrastra pasiones fuera de nuestra singular frontera. Lo he visto en Madrid, y es para contarlo. La devoción. El silencio. El respeto. La emoción.

"Mi padre es el espejo donde me miro y mi fuente de inspiración", cuenta Rancapino Chico. No hace falta. Basta con escucharlo. En su cante está el padre, el maestro, el cantaor del que fuera todo el mundo te habla con extraordinario respeto, ese que solo se usa para quienes han conseguido arañar la gloria entre los aficionados. El hijo se mira en el padre, y el padre es un grande, único, que será recordado más allá del tiempo. "Ahora te toca a ti", le dice Rancapino en el primer corte del disco a Alonso. Y el hijo parece que, ahora sí, está dispuesto a que ese testigo, a que ese cante, ese temple, ese mecer los tercios y ese detener el tiempo, siga cautivando a los aficionados. Es ya una de las grandes voces del panorama flamenco. Y con una proyección infinita. Y así se anuncia, y así se le sigue. Y ya tiene detrás a su sobrina Esmeralda -la hija de su hermana, Ana-, la nieta del gran Rancapino, que se presenta en solitario en Madrid el próximo mes con solo doce años y una expectación enorme, el día después de que Rancapino Chico acuda al Teatro del Canal. La estirpe y la tradición canta. Y sigue. Y el abuelo, el padre, el gran Rancapino, feliz, orgulloso. No nos olvidemos de él.

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