Paseaba ayer junto a la balaustrada cuando de repente me llevé una enorme sorpresa. Una considerable cola de personas aguardaba para entrar en ¡una instalación cultural! ¡en Cádiz! Era el llamado ECCO (Espacio de Creación Contemporánea). Extrañada interrumpí ese paseo matinal que me hace evocar un Cádiz de esplendor y señorío junto al mar para, picada por la curiosidad, acercarme a preguntar qué señuelo cultural había provocado tamaña expectación. Comencé a dudar cuando, ya cerca de esas personas, atisbé algún que otro chaquetón fosforito, varios chándales del Primark y más de un pantalón roto. "Aquí hay gato encerrado", pensé para mis adentros. Salí de dudas cuando pregunté a un lozano guardia municipal. Estaban vendiendo las entradas para no sé qué nueva fase de este suplicio que es el COAC. Ya me extrañaba a a mí que en esta ciudad se formara una cola un martes por la mañana para entrar a ver una exposición. Este equipo de Gobierno, en su ridículo afán por poner la infame fiesta al nivel de la cultura, ha vuelto a hacerlo. Abrir un espacio cultural para vender las entradas y permitir así que el chusmerío traspase sus puertas. Ahí es nada. Otra cosa es valorar qué mamarrachos modernos y carentes de moralidad se exponen en ese espacio. Aunque pensándolo bien, mejor que estos atorrantes asalten con sus indumentarias un lugar como el ECCO que, por ejemplo, el Museo de la Catedral, donde peligrarían sus tesoros sacros. Ayer, sin duda, muchos de ellos pisaron por vez primera un sitio donde se exponen cuadros.

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