Dicen que las obras en la Plaza del Rey están a punto de concluir (con toda la indeterminación que sugiere la expresión "a punto de") y que pronto los isleños podremos disfrutar de nuevo de este magnífico emplazamiento urbano y social. Ajolá, que diría mi abuelo. Volverán las terrazas de los bares, los correteos de los niños, algún vendedor ambulante, y me temo que las palomas que no se han ido. Espero que no vuelva ninguna tómbola chillona ni algún infame castillo hinchable de otras épocas.

La alcaldesa ya espera con ansia poder celebrar en su amplio espacio los numerosos "eventos" por los que se está haciendo conocida la ciudad, desde la Navidad a Halloween pasando por noches blancas, Carnaval, cabalgatas y pregones diversos y las múltiples y variadas ferias y rutas gastronómicas. Es público y notorio el mucho empeño que la regidora de la Isla pone en los "eventos", y cómo defiende con razón que, aparte de procurar ocio a los ciudadanos, aquellos suponen un importante elemento de atracción para las poblaciones vecinas, y un factor de creación de riqueza y empleo.

Sin duda que es así, como también es indudable que esa abundancia cuenta con el seguimiento de buena parte de la población, aunque la gratuidad de la mayoría de esos actos rebaja las auto felicitaciones por las asistencias masivas. Pero con el atrevimiento que me proporciona esta tribuna, y con la certeza de que una opinión particular vale mucho menos que el respaldo que otorgan miles de votos, quiero expresar una pequeña duda, quizá más filosófica que otra cosa: ¿no nos estaremos pasando con las celebraciones? Lo digo siendo como soy partidario acérrimo de la alegría.

Tratar de explicar esta inquietud es difícil, pero bastará con decir que surge del convencimiento de que los esfuerzos y recursos que a estas actividades se dedican tienen que descontarse de los que se emplean en otras, y de que a lo mejor estamos poniendo mucho énfasis en cosas que están bien, pero que alimentan sólo a una parte de este cuerpo social que es una ciudad, y que necesita también otros factores de cohesión más consistentes, como la cultura, la Historia y el trabajo, de los que nos distraemos más de lo sanamente necesario. En fin, será que me he levantado hoy demasiado temprano.

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