Gastronomía José Carlos Capel: “Lo que nos une a los españoles es la tortilla de patatas y El Corte Inglés”

La esquina del Gordo

Sin estabilidad, en equilibrio inestable

Que todo esto ya lo está intuyendo el ciudadano medio se traduce en la impotencia que siente ante este tinglado con su manifiesta indefensión y un miedo que, al final, terminará en un desprecio generalizado

Así se define el estar en tenguerengue, una palabra que antes se usaba mucho en lenguaje coloquial y todos sabían su significado; ha tenido que vivirse de nuevo en ese precario estado para que tienda a ponerse de moda.
Cuando se llega a la conclusión de que todas las instituciones —políticas, administrativas, financieras, educativas, sanitarias—, no dejan de ser montajes artificiales so pretexto del bien común, que debieran ser sus objetivos y que en realidad no pasan de ser montajes socio-económicos dirigidos exclusivamente a los que participan directamente en sus administraciones, tristemente se llega a la conclusión de que estamos mediatizados por los intereses de unos títeres que hacen el juego a los regidores del mundo; vamos, que desde el presidente de los EE.UU hasta el humilde concejal de pueblo están al servicio, en mayor o en menor grado, de ese poder, con el agravante de que cuanto más alto se esté en la escala más nítidamente se aprecia hasta qué punto están sometidos a los que mueven los hilos; de ahí sus fracasos, sus impotencias, y Trump como ejemplo más reciente. 
Para no remontarnos a la Edad Media donde el poder estaba en manos de los que tenían más caballos, más espadas, más y mejores mesnadas, cualquiera de nuestra época ya ha vivido el poder bajo las revoluciones ideológicas; el de las amenazas armamentísticas durante la guerra fría; la eterna tiranía de la industria farmacéutica y, ahora la tecnológica contra la formación/información, ese bozal que alcanza desde la educación hasta el dinero negro que corre como sangre sucia por las venas de la sociedad.
Citar al G-20, a la OPEP, al FMI y ya, particularizando, a Bill Gates, a Soros, a Rockefeller que recientemente han sido acusados por un tribunal de ser los creadores del Covid… Mire, maestro, con todo esto y contando con China, no se le ocurra pensar que gozamos ni de una milmillonésima parte de la libertad a la que tenemos derecho, ni que de esto tiene la culpa su concejal de Parques y Jardines. Tampoco el Presidente de su Gobierno, patético en su incapacidad y sin menoscabo de quién se siente en ese sillón presumiendo de infalibilidad. Por arrogante que parezca, cartón del 2 frente a los que tiene por encima; títere como la mayoría a pesar de que tenga más elementos para acercarse a la oscura verdad que mueve el mundo y disimulen por propio interés y para seguir saliendo en las fotos.
Que todo esto ya lo está intuyendo el ciudadano medio se traduce en la impotencia que siente ante este tinglado con su manifiesta indefensión y un miedo que, al final, terminará en un desprecio generalizado, como ya se advierte salvo en los que siguen babeando con las estúpidas ideologías que se han urdido para consuelo de los resentidos.
Lo peor, lo que realmente delata el sobrevivir sin seguridad alguna, estar en tenguerengue, es cuando vienen torcidas, sean pandemias o Filomenas; o sea, cuando en el panorama están a la vista las cartillas de racionamiento y la impunidad de los responsables. ¡Ande, atrévase a echarle la culpa al Foro de Davos!

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