Análisis

Manolo Fossati

La especie humana

De pronto el centro comercial aparece lleno de perros, por supuesto acompañados de sus dueños, a los que no puedo evitar (el cielo me perdone) atribuirles un buen grado de mala idea con sus mascotas por meterlos en la barahúnda, en el jaleo de un sábado de las compras llamadas navideñas

Encuentro sin querer y en todas partes personajes que me salen al asalto y que en manos de guionistas o escritores hábiles se convertirían en argumentos exitosos de novelas o películas, ya dramáticas ya cómicas, y transforman a la Isla en un escenario hilarante o trágico, según la representación que hagan los personajes o el ánimo del espectador avispado.

En un gran supermercado dentro de un gran centro comercial camina una pareja de mediana edad, tirando a joven, practicando una convivencia callejera que imagino casi imposible. Ella marcha con dificultad, apoyada en una muleta, mientras él conduce un patinete casi de bolsillo y me pregunto cómo acompasarán el paso una vez que salgan del super, si él se dedicará a poner en evidencia la dificultad de ella en seguirlo, acelerando a tope su pequeño vehículo de movilidad personal mientras la pareja cojea a decenas de metros. No quiero ni pensarlo, pero no puedo evitar otorgarle algo de sadismo a ese comportamiento de "a que no me coges". ¿Jugarán de vez en cuando a intercambiarse los artefactos? ¿Hay parejas que se empeñan en hacer más difícil aún la convivencia? ¿Les será posible tener un proyecto conjunto? ¿Son una metáfora de la institución del matrimonio?

Observo también como una preadolescente grita a su padre, y de pronto agarra una prenda de un montón y se lo tira a la cara diciéndole: "¡Este jersey es el que te decía!". El hombre no reacciona desde luego como lo hubiera hecho mi progenitor, y se limita a recoger con gesto mínimamente enfadado la vestimenta y dirigirse con su hija hacia la caja. ¿Es esto el prólogo de 'La familia perfecta'?

De pronto el centro comercial aparece lleno de perros, por supuesto acompañados de sus dueños, a los que no puedo evitar (el cielo me perdone) atribuirles un buen grado de mala idea con sus mascotas por meterlos en la barahúnda, en el jaleo de un sábado de las compras llamadas navideñas (a este nivel de perversión pueden llegar los adjetivos). Perros atados, en brazos o en carritos miran hacia todos lados y de vez en cuando esconden o agachan su cabeza, seguramente sin entender qué pintan ellos en ese enjambre ruidoso de humanos cuando se las habían prometido muy felices al salir por la puerta de sus casas. La especie humana contagiando sus neuras a otras…

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