Jueves Santo Horarios, itinerarios y recorridos del Jueves Santo y Madrugada en la Semana Santa de Cádiz 2024

No estoy de acuerdo con aquellos que dicen que la realidad siempre supera a la ficción. Depende de con qué género se compare. Para mí que a la vida le falta épica.

Una ha crecido con películas de pandemias en las que la gente huye despavorida como si viniera una invasión de zombies, y luego a la hora de la verdad se enfrenta a tareas tan prosaicas como ayudar a los niños a usar Google Classroom o aprender a respirar sin que se empañen las gafas con la mascarilla. El científico al que nadie reconocía y que acaba descubriendo el remedio contra el virus tampoco existe, y aunque siempre he defendido los éxitos colectivos, tengo que admitir que queda mucho menos glorioso que las vacunas o el tratamiento contra la COVID sean fruto del trabajo de equipos de todo el mundo. ¿A quién ponemos ahora de protagonista de la película?

Mientras que en la literatura el regreso de Ulises a su hogar es una epopeya, en nuestro mundo tangible han perdido la gloria hasta los viajes al espacio: ahora son meros caprichos de millonarios.

Las leyendas ensalzan los momentos trascendentales de la vida, la esperanza del nacimiento, el rito del paso a la edad adulta y la solemnidad de la muerte. Y luego la realidad es la que es: pañales, granos y un martillo percutor.

¿Qué puede haber menos épico que tener que buscar una herramienta de perforación para despedir a un familiar? En el momento de mayor dolor, aún en el trance de digerir la pérdida, toca andar por ferreterías y buscar contactos con obras a medio hacer para conseguir la pieza clave de un sepelio: el martillo percutor.

La escena, sufrida por varias familias portuenses, es digna de la mejor ficción, pero de una obra de esperpento. La explicación no se queda atrás en originalidad, porque más allá de las disculpas -qué menos-, el Ayuntamiento reconoce que la máquina lleva sufriendo averías desde abril. ¿Tan difícil es sustituirla? ¿Tanta ruina tenemos encima?

La realidad no siempre supera a la ficción, pero nuestro día a día municipal ofrece material para unos cuantos Goya.

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