Esta frase de James Carville, asesor del demócrata Bill Clinton en la campaña que en 1992, le sirvió para impulsarlo desde su 'modesto' sillón de gobernador de Arkansas hasta el Despacho Oval de la Casa Blanca. A partir de ahí se puso de moda que un buen eslogan puede sustituir con éxito a todo un programa político, dado que ni los más fervorosos son capaces de leerlo. Tal ocurre veintiocho años después a pesar de que la masa, si no más leída, sí más escarmentada, siga pastueña y sin asimilar el lenguaje críptico que los políticos utilizan y los virajes súbitos que emplean a su conveniencia.

Hoy, ante lo que está ocurriendo -y lo que ocurrirá si el tiempo no lo impide- el grito debiera ser: ¡Es la democracia, estúpido!, pero daría igual. En realidad la democracia que se practica en España ni es el "Sistema político que defiende la soberanía del pueblo y el derecho del pueblo a elegir y controlar a sus gobernantes", que decían los inventores, ni "El peor de los sistemas políticos exceptuando todos los demás", según Churchill. Citar aquí todas las definiciones que la Democracia ha provocado a lo largo de los siglos sería de locos; lo interesante sería darle un repaso a lo que hoy se interpreta como tal.

Desde luego, en la práctica, no es lo que presuponía Abraham Lincoln: "El gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo". Como utopía puede pasar, pero la realidad es que el mecanismo para que esta se cumpla necesita que el pueblo no permita que, para los políticos, siga siendo un ente abstracto y que para expresarse necesite de partidos, al fin y al cabo una ortopedia complicada, la mayoría de las veces contra natura y que en la práctica no pasan de ser dictaduras que, como todas, terminan por imponer sus intereses y/o ideologías hasta anular la conciencia de cualquier ciudadano. ¿Libertad? Bueno, corramos un estúpido velo cuando los propios partidos son los que la condicionan, parece un sarcasmo. Es un sarcasmo.

La realidad es que los ciudadanos ya pasan de los héroes, de los ídolos, de las ideologías y de las fantasmadas. Los ciudadanos de a pie solo aspiran a un equilibrio estable, un bienestar sin estridencias acorde con sus esfuerzos, una seguridad de cara al mañana y que nadie les pierda el respeto. A los ciudadanos les importa poco quién se lo consiga y ya distingue perfectamente a los que viven de las mamandurrias; es más, ya han asumido que la dicotomía izquierda-derecha y su enfrentamiento perpetuo es cosa del siglo XIX y que el palito del centro ha pasado al lado derecho; o sea, que el mundo ha cambiado y que por tanto también los procedimientos para alcanzar el Poder y que para conseguirlo no vale todo, ni promesas ni eslóganes para perpetuarse en él, que esto, ya en sí mismo, debiera ser considerado como delito.

¡Qué remedio, es la democracia al uso, estúpido!

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