Leo que la Guardia Civil va a realizar controles de alcoholemia en Carnaval para todos los vehículos que salgan de la ciudad. Está muy bien, sin duda. Pero se queda corta la ilustre Benemérita. El problema no está en los que se van, más bien en los que se quedan. Y puestos a controlar vehículos, que le pongan el pipo a los postulantes que cargan con carros llenos de CDs y libretos, a los tractoristas de los coros, a los de las carrozas de las cabalgatas y a los que venden en avellanas y cocos con el chorrito de agua (nunca le vi la gracia a esto). Por extensión, control de alcoholemia a todas las personas relacionadas con el Carnaval. Porque hay que estar beodo para apuntarse a jurado y tragarse un mes de alaridos y ripios. Para estar cuatro meses cada noche encerrado ensayando. Para esperar fuera del Falla a que salgan, para saludarles y pedirles fotos y autógrafos, los fantoches e iletrados que actúan dentro. Para sentarse en el sofá todos los días a las ocho de la tarde y levantarse a la una viendo un suplicio de agrupación tras otro. Hay que estar ebrio para meter la lengua en un ostión o para introducirse en una carpa con música diavólica a millones de decibelios. Estas cosas que hacen los gaditanos por la que dicen -¿lo ven?, están borrachos- que es la fiesta grande de la ciudad, demuestra que los controles de alcoholemia deberían ser constantes de enero a diciembre. Por las calles, abordando a los peatones. No hace falta que se monten en un coche. Los carnavaleros y los aficionados son peligrosos para la ciudad por mantener esta infame fiesta.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios