Análisis

aNA SOFÍA PÉREZ- BUSTAMANTE

Los días azules

Se cumple un año de la declaración del estado de alarma y aquí seguimos, colonizando nuestra renovada subnormalidad, mientras en Murcia se ha abierto el mercado de la carne política y por la Avenida de Cádiz pasaron el sábado los depredadores deportivos del pescado salvaje de Conil tocando festivamente el claxon. Tengo depredadores deportivos (de escama, pluma y pelo) en la familia, y les confieso que al gremio lo exportaba yo a Dubái a que les cortasen las manos (dicho sea desde el cariño y el profundo respeto democrático, como no podía ser de otra manera). Un año después de que les hablase aquí mismo de la película Adú, al primo Salvador Calvo le han dado el Goya al mejor director. La gala del cine patrio fue interesante. Se eliminó una hora de lamiosidad y Antonio Banderas, flor de España, estuvo sumamente correcto. Ángela Molina dio un discurso precioso (es una mujer preciosa) con una dicción altamente profesional, y al resto los vimos como a teleñecos, desde los salones de sus casas, escenificando la alegría y la sorpresa con muchas cucamonas. Soy mayor (ya ni entro en los cupos vacunables con AstraZeneca) y estas pamplinas de quinceañeras confieso que, además de aburrirme, no sé: como que me irritan. Pero la gala me gustó. No entiendo por qué se empeñan en disfrazar a las raperas de diosas de la copla y hacerles interpretar esos merengues sentimentales, pero supongo que será una reapropiación del escote y de nuestro patrimonio desde la dignidad (aproximadamente). Y compruebo que existe un potente cine vasco underground, subterráneo, porque lo que es a Cádiz no nos llega. Aupa eskerrik asko. Para el año que viene apuesto por un documental maravilloso: Antonio Machado. Los días azules, dirigido y guionizado por Laura Hojman, con una fotografía de conmovedora belleza de Jesús Perujo. Por lo demás, en mi plaza nos han triplicado las aceras de los bares y frente a mi casa empiezan a proliferar los pandillones de pubertosos. Ando considerando un nuevo hobby: igual que los aficionados a la ornitología van a la sierra a anillar aves, creo que sería bonito anillar adolescentes. Y seguir año tras año, con machadiana melancolía, sus migraciones.

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