Mientras no me obliguen a rezar, me da igual que instalen una cruz de seis metros en lo alto de un monte, en unos terrenos privados, promovido por una asociación privada. En serio, no me molesta. Hacedme caso: No me molesta. No es ironía. Otra cosa es si hay papeles en regla o no, de lo cual no voy a opinar porque me falta información y conocimiento sobre su burocracia.

La inscripción reivindicativa que aparece en la mencionada cruz "Reinaré en España", en referencia al corazón de Jesús, debería haber sido "He reinado en España hasta hace poco y queremos volver", pero no voy a entrar en el debate teológico. Reinar debe ser un marronazo que no le deseo a nadie, pero a nadie nadie. Pero asumo que veían venir la polémica pública, que no haría otra cosa que darles publicidad. Creo que sus promotores han llevado a cabo esta acción, procesión incluida, para reivindicarse.

Con el paso de los años, estas personas se están viendo en minoría, han ido perdiendo adeptos, poder y privilegios ancestrales y ahora necesitan defenderse haciendo proselitismo de sus ideas. Lo mismo que haría, hace y hará cualquier minoría para tratar de sobrevivir. De hecho, y no voy a decir que sean las mismas personas, entiéndanme, también les está sucediendo a los dueños de los imperios y las grandes corporaciones, de las eléctricas y de las petrolíferas, y también a la gente homófoba, racista, antiabortista, antiecologista o machirulista. Siempre han mandado y ahora se sienten arrinconados, se revuelven y contraatacan. Lo vemos todos los días.

He sido parte de una minoría en muchos aspectos de mi vida y sé lo que es sentirse marginado e incomprendido. Pertenezco a grupos de gente rarita, que hace cosas raras, y que siempre ha llevado las de perder. La diferencia, para mí, está en que una cosa es defender derechos para todo el mundo por igual y otra cosa es luchar para mantener unos privilegios que siempre ostentaba la misma gente.

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