Análisis

Pedro G. Tuero

Como ese delfín

Me desorienta que en la programación anunciada tampoco haya ninguna novedad

Porque este escribidor de la cosa está como ese desorientado delfín que la pasada semana fue encontrado en la playa de Camposoto. Ese delfín -decía este Diario- apareció allí varado y para evitar su sufrimiento los servicios de protección procedieron a subirlo a una de la embarcaciones para llevarlo mar adentro… el mamífero desorientado y herido se volvía de nuevo hacia la orilla. Y así me encuentro, mi playero lector, cuando oigo a diario esas cosas que se dicen en nuestra Isla y en nuestro entorno.

Y es que le tengo que dar la razón a esos rumores que escucho desde este "mi cierro". Esos anuncios o avisos del responsable municipal de Turismo sobre los acontecimientos o eventos que van a tener lugar en este ya iniciado verano. Y no deseo criticar todo lo que se hace en torno a nuestro grandísimo y universal José Monje Cruz, Camarón de La Isla. Porque, y mi desmemoriado lector se acordará, fue este escribidor el primero que, bajo esa misma responsabilidad del turismo isleño, quien comenzó la andadura promocional sobre este magnífico cantaor, siempre con el beneplácito y ayuda de nuestra querida y fascinante Venta de Vargas. Comenzando esa "ruta Camarón" que, según parece al leer lo que manifiesta el actual responsable, es algo nuevo, aunque sí es verdad que lo más novedoso es que esta vez se hará viajando en tren. Y me desorienta, como ese delfín citado, que en el resto de la programación anunciada tampoco haya ninguna novedad. Ni esa llamada Isla del Blues que también se inició en mi época, solo recordada por mi menda. Además de aquella primera Ruta del tapeo o la creación de la actual asociación de Reyes Magos. Si no ahí están las hemerotecas.

Porque La Isla necesita más. Requiere antes que nada que la gente venga. Y le doy también la razón a mi amigo y colega en este apreciado Diario, Tito Valencia, en su último artículo del pasado viernes titulado La excelencia del verano. Que, no tan desorientado como yo, también escribe y opina del verano isleño. Donde no hay cosas que nos diferencie, que nos dé calidad, que tengamos ese timbre que llame a nuestro alrededor. Y que tendríamos que preguntarnos si la ciudad necesita contar con las mismas fiestas de toda la vida. Porque lo que tenemos -continúa diciendo mi amigo Tito- son fiestas caducas, ya no interesantes, ya no atractivas…

En fin, mi desorientado y amigo lector, que esto es lo que hay. Una pena que en esta bendita Isla, aunque sus gobernantes sean agnósticos, haya tan escasísimas novedades.

Total, no soy ningún delfín, pero que me lleven mar adentro y allí me quede.

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