LLEGÓ la hora. 36.893.976 españoles están convocados hoy a votar en las elecciones a Cortes Generales: las más inciertas de toda la democracia: todo está por decidir.

Son las primeras elecciones tras vivir España una rebelión –sin entrar en calificaciones penales– desde un parlamento autonómico contra el Estado y tras la única moción de censura que hizo caer a un Gobierno, precisamente con la participación de los votos de los grupos políticos que se rebelaron contra el orden constitucional, por lo que están siendo juzgados en el Tribunal Supremo varios de sus líderes, todos los que no huyeron de la acción de la justicia.

Estos dos elementos fijan el contexto de polarización –eso sí, en bloques y no en dos partidos– y fragmentación política hasta en cinco partidos a los que se les vaticina amplia representación. Incluso el factor Vox, que analizamos ayer, no existiría sin esos dos elementos contextuales.

La única referencia electoral que tenemos en el mismo contexto son las elecciones autonómicas de Andalucía de diciembre pasado: un vuelco histórico que configuró una mayoría social de derechas en una comunidad siempre mayoritariamente de izquierda y gobernada por el PSOE. El resultado andaluz puede ser indicativo de una repetición a escala nacional pero también es un aviso para quien quiere evitarla.

Todo está por decidir e incluso nada puede quedar decidido: el mayor riesgo es un resultado que bloquee la gobernanza. Es probablemente lo que más desean los separatistas: una victoria insuficiente de PSOE y Podemos que le dé bazas para negociar un diálogo que conduzca un referéndum y la amnistía para los políticos que sean condenados por golpear al Estado. La alternativa tampoco es plato de gusto: un Gobierno como el andaluz pero aún más condicionado por la derecha dura.

Cuesta decidir, pero hay que hacerlo: en conciencia y confiando en la democracia.