Manolo Morillo
La bandera como coartada
Otravez metidos en harina, vamos, la Champions. Bueno, en harina, no, más bien en lluvia liverpulsera (toma gentilicio que ni existe ni na),podría ser cualquier invento de Fernando. Quiero decir de Fernando Quiñones, al que acabo releer en sus gaditanísimas Crónicas del 40. Y me vuelve el poemario a mi infancia y a mi adolescencia. La Peña de Cazadores, donde siendo chavalín de 12, 13 años ya sabía jugar a todos las chusquerías: póquer, tute subastao, chamelo, dominó, la correlativa, giley, ar mu, pero de guerrilla, el de compis es más bien de los Madriles hace bueno, y otros más insípidos, como las siete y media o la tonta brisca. Pero también aparecen personajes que conocí en mi barrio, por ejemplo, Luis el Mula, mi vecino del primero, cuya bellísima hermana Pepita casó con el cañaílla Rafael Ortega, el matador de toros más certero con la espada de la historia del toreo, el hecho cultural más amado y favorecido por nuestro gran ministro de Cultura, Urtáin, no, Urtáin, no, Urtasun, que nunca se pierde una buena corrida. Pero debo abandonar de raíz la pícara adolescencia de Cheste sin boquilla, novias de quita y pon en el Cine España, lugar sacrosanto para los primeros contactos con un cuerpo femenino, las rabonas del Columela. Cádiz. Cádiz.
Al toro, Urtasun, que es una mona, o sea, a la Copa de Europa. Partidazo. Dos pedazos de equipos; mas con la salvedad de que uno lo fue, enseñó sus cartas de intensidad plena, sofocante, matiz verdugo, y el otro, no, porque nunca se sabe si no se juega a nada porque el rival va a tope o es defectón del arrugado. El Real sufrió cantidad. Solamente un Cortés en noche hiperinspirada evitó una vejatoria capitulación. Paró de todo. Si saliera un toro, se oye en el saloncito de la tele, lo paraba, la madre que lo… Cortés, o Courtois en galo, me hizo olvidar las glorias del monstruo Iríbar o las de Yashin, el comunista. Lo paró todo, excepto un cabezazo a reacción, fortísimo de Mac Allister, ese hispanohablante con apellido de la Albión. Curiosamente esta vez la pelota le pasó entre las manos, Qué inexplicable resulta ser este juego del balón que nunca nos deja de sorprender. Paró a la Giralda y no pudo con el (aparentemente) tiro menos difícil para un portero de su categoría. Otro que me va gustando poco a poco, más, siendo el mejor de la defensa es Carrera, quien ya me sorprendió muchísimo cuando en Lisboa casi secó al ganador del trofeo Kopa. Cómo driblaba Kopa. Aquel partidazo Benfica-Barça (4 a 5) nos mostró a un Lamine humano. Y sin dolor púbico. Esperemos que se arregle de abajo para llevar a España a ganar su segundo campeonato del mundo. Que así sea.
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