Nací en Cádiz y aquí he vivido desde siempre. De niño leí mucho, Verne, Salgari…, y soñaba con aventuras. Me marché al término del bachillerato y regresé cinco años más tarde.

Entonces supe que las aventuras más extraordinarias suceden en la tierra donde creciste. Y también supe que nunca me iría de aquí. Ya no tuve necesidad de irme, seducido por esta ciudad.

De joven te gustan todas, pero igual que nadie se hace viejo de golpe, tampoco nadie se enamora de golpe. Ahora, en mi madurez plena, sé apreciar a Cádiz, aunque no pretendo casarme con ella, sino seguir juntos. Pese a todo.

El enamoramiento es un estado en el que no funciona la lógica y donde se confunden virtudes y defectos del ser amado. Cádiz es teatral, indescifrable, sabia y promete la felicidad a cada paso, aunque patrullen por ella los pelotones de fusilamiento formados por hipócritas y ruines; así que a veces los de Cádiz no parecemos de Cádiz.

Pero esta ciudad de cuando en cuando se sacude la caspa y se pone guapa, y brilla bajo el sol pese a esa paleoderecha omnipresente, de catolicismo apretado, fetichista y fiestas de guardar. De cirios encendidos e incienso, bajo un vano pretexto folklórico y patrocinio turístico. A su vera, un carnaval infantilmente peligroso y recostado en una lírica cursilona.

Da igual, mi ciudad lo aguanta todo. La he visto llenar sus balcones con conflictos postizos. Cádiz soporta remesas de costumbrismo al por menor, leyendas, cotilleos, infamias, usos y costumbres populares, anecdotarios tan falsos como detallistas, y ceremonias apolilladas en un viaje malsano a la nostalgia. Son las caries del tiempo. Cádiz es capaz de cobijar por igual a difamadores y aduladores, y a tipos que vaticinan el fin de los días cada mañana. Pero Cádiz lo resiste todo y no pretende su salvación: está viva porque no le queda más remedio. Ella es así, inteligente por generosa, paciente por vieja y desvergonzada por sufrida.

Mas mi enamoramiento es cumplido y respetuoso. Como el de Jean Paul Sartre y Simone de Beauvoir quienes, tras 50 años de convivencia, aún se trataban de usted.

Sí, Cádiz, esta mañana está usted con el guapo subido.

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