Si uno lee: "Muere una niña de 8 años tras ser violada por 16 hombres, algunos miembros de su familia", la condición humana -la unión de estas dos palabras- no pasa de ser una contradicción en sí misma caso de que lo humano formara parte de la naturaleza consustancial del hombre, circunstancia cada vez más controvertida por cada crimen que se comete. ¿Hablamos, pues, de bestias imprevisibles dispuestas a cometer las mayores atrocidades según convenga a sus apetitos y/o intereses?
No, no vale la coartada que se formula siempre que algún hecho rompe la sensibilidad de cualquiera: "No todos somos iguales". "Hay gente buena dispuesta a hacer el bien". "Son muchos los que se sacrifican por los demás". Vale, sí, pero perdone, llega un momento en que la piedad, el reconocimiento de los valores humanos, no consuelan lo que oculta la cruz de la moneda, y lo peor es que esa cruz tiene cada día más defensores que con sus silencios cómplices amparan y protegen todas las fechorías, incluida la de esta niña que señalo y la de tantos casos similares que terminan sobreseyéndose, caducando o sobrepasados por otros nuevos aún más atroces.
Otro argumento que viene a solapar lo inhumano de la humanidad es decir que siempre ha sido así, que el hombre es el mayor enemigo del hombre. ¡Bueno, y qué! ¿Seguimos vistiéndonos con la piel de un oso? Nada importa para los cobardes que  prefieren mirar para otro lado, se esconden ante hechos semejantes y que debieran condenar implacablemente, a perpetuidad, a esos humanos que se comportan como fieras, peor que fieras.
 
Pero nadie parece asumir responsabilidades. Nadie quiere poner en práctica que para despertar el respeto a los demás hay que empezar a enseñar qué significa el respeto a uno mismo, ¡es tan cómodo admitir que se es borrego…! ¡Es tan fácil confundir el orgullo prepotente con la dignidad…! ¡Es tan difícil sobrevivir al día a día cuando éste es tan precario, tan incierto, tan angustioso…!
El estímulo siempre fue una baza positiva para el crecimiento individual. El problema surge cuando ese estímulo personal muta a envidia -ni sana, ni leches- envidia: 'Deseo de hacer o tener lo que otra persona tiene' sin entrar en otros matices y sin advertir que la envidia, malsana siempre, deriva en resentimiento instintivo o, lo que es lo mismo, en rencores indiscriminados y, por tanto, en el deseo de que el otro no exista.
Evidentemente no pretendo dictar lecciones de moralina, pero tampoco comulgo con que la humanidad esté dividida entre buenos y malos y que entre unos y otros exista un limbo ocupado por los escépticos, los apáticos, los tibios, los incapaces, miserables, los analfabetos, los agnósticos integrales revueltos en un amasijo repugnante No, no lo creo; es más probable que incluso esos estén entre los que creen que existen los dos bandos y militemos en ellos sin saberlo siquiera.
La verdad es que no sé para qué abordar nada de esto.