Ahora que los turistas comienzan a irse, quizás porque se despejan las calles y los paisajes, se hacen aún más evidentes las nuevas vallas publicitarias que han proliferado este verano. Algunas han ido a parar a espacios donde ya existía cartelería; otras inauguran emplazamientos libres de publicidad hasta la fecha.

Así que nuestros ojos, que creían que podrían descansar del ajetreo de mirar aquí y allá el movimiento de los visitantes, no tendrán respiro. A cada paso, un mensaje más, otro eslógan, una nueva imagen de 8x3.

Desconozco si estas vallas o las que ya inundan el resto de la ciudad (al fin y al cabo, estas últimas llaman la atención solo por su novedad, pronto se confundirán en el bosque publicitario y su mensaje quedará diluido) cumplen con los requisitos de ubicación y dimensiones. Desconozco, incluso, si existe una normativa actualizada al efecto y, en su caso, si se persigue su cumplimiento.

Y si puntualizo lo de ‘actualizada’ es porque en materia de contaminación visual la percepción ha cambiado considerablemente en los últimos años. Hace décadas, un paisaje cargado de anuncios daba sensación de modernidad. Podemos perdonar a quienes entonces, ingenuamente, creían que más carteles, más vallas, más luminosos eran sinónimo de progreso. Todos querían emular a Times Square. Del mismo modo, las avenidas de varios carriles, las calles atascadas de vehículos, parecían prueba de prosperidad económica..

Pero no estamos en Manhattan, y vivimos en el siglo XXI. Hasta en Nueva York han doblado el espacio peatonal de su famosa plaza en detrimento del tráfico rodado. Allí siguen los neones, porque es parte de su identidad, pero la tendencia general es la de reducir estos impactos visuales.

En monumentos y edificios protegidos no hay debate. Pero, ¿qué ocurre con el resto del paisaje? He perdido las vistas de un pinar, de un barrio, de una plaza por unos carteles mastodónticos imposibles de ignorar. Mis paseos se han convertido en rutas patrocinadas, sin que nadie me esté compensando por esta ocupación de mi espacio, de mi ciudad.

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