De lujo ibérico fue caminar de la adolescencia a la juventud al ritmo de un acento que se nos hacía más que familiar. Con nocturnidad y Alevosía nos coló en barrios marginales, en duras realidades, en corrales donde el gallo era una gallina hasta el moño de ponerse clueca. Sin trucos, ni Malamarismo, sólo con una lengua de cuchillo, sangre roja, caliente y mestiza y talento para escribir y escupir rimas a borbotones, se sentó en el trono de un reino dominado por el hombre payo. Con sangre gitana y la provincia de Cádiz revoloteando por las venas, esta Bruja ya era poderosa en la era donde ni se había inventado la palabra empoderamiento. Dirty bailarina que se abrió paso a verso limpio, ni flow ni planta le faltaron para convencer a compañeros de profesión y a público que llevan 20 años rendidos a sus pies con los que siempre marcará el minuto. Ana María Rodríguez, Premio Nacional de Músicas Actuales. Qué buena, La Mala.

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