Análisis

Manolo Fossati

Las bombas que tiran

El carácter militar de la playa debe ser tomado en plan realista; a él debe en gran medida su exaltada 'virginidad', sin olvidar que en realidad la presencia del RACTA 4 es menos invasiva de lo que sería un gran complejo turístico o comercial

La aparición de un (otro) proyectil en la playa de Camposoto me ha recordado la malévola frase a modo de eslogan publicitario negativo que un compañero chiclanero nos lanzaba a los isleños cada vez que sacábamos a relucir las bondades de ese nuestro trozo de litoral: "¡Camposoto, una playa aún por explotar!" gritaba irónico provocando su risa, la de los presentes e incluso la nuestra. Le concedíamos la parte de razón que indudablemente le asistía.

Afortunadamente, el número de accidentes lamentables que los restos de esa servidumbre militar provocaba ha disminuido considerablemente, ya sea por el mayor cuidado a la hora de realizar ejercicios con fuego real ya sea porque ha dejado de existir casi totalmente esa práctica tan peligrosa de buscar metales que antiguamente llevaba a chatarreros, improvisados o no, a adentrarse en terreno peligroso, y en cierta forma enemigo.

Ahora la playa, abandonada ya al parecer esa absurda y artificial intención de apellidarla 'del Castillo', espera turno para lucir como se merece, esplendor que debe sobre todo a dos cosas: en primer lugar a la protección contradictora de haber sido objetivo durante décadas del fuego amigo, y en segundo lugar a la esclavitud bendita que supone formar parte de un parque natural en el que las vacas sagradas tienen forma de cangrejos y flamencos, zarapitos y ostiones, especies todas que merecen tanta protección como el turista familiar con sombrilla y nevera, aunque sólo sea porque llevan más años por allí y no salen huyendo con el levante.

El carácter militar de la playa debe ser tomado en plan realista. A él debe en gran medida su exaltada 'virginidad', sin olvidar que en realidad la presencia del RACTA 4 es menos invasiva de lo que sería un gran complejo turístico o comercial. Es ese marcado carácter natural el que debe ser distintivo y atractivo de nuestra costa, en medio de otros panoramas más masificados. Eso sí, hay que poner cuidado con las bombas que tiran…

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