Qué poderío chiquillo, la que están formando. Escucho jaleo en la calle y me asomo a la ventana. Es sábado de carnaval, hace rato que se hizo de noche y el bullicio es generalizado. Pero de repente todo el ruido coge ritmo y se convierte en una batucada. Percusión que va subiendo, se animan los tambores, suena un platillo, el silbato, silencio y vuelta a empezar. Se arremolinan grupos alrededor de los jóvenes que están animando a toda una plaza. Cuando los identifico, todo ese tropel que hace saltar a tanta gente al mismo ritmo son solo siete, ocho chavales. Han surgido de la nada, la han liado y luego se han ido con su música a otra parte. Me alucinan, qué capacidad. Pero que no vayan a meterse por las callejuelas con ese derroche, ni den la lata en la ventana de una vecina o fastidien el repertorio a una agrupación ilegal que intenta hacerse oír, porque sino ya pueden llevarse el tamborcito a la carretera de astilleros o esperarse a la cabalgata.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios