Análisis

carmen pérez

Universidad de Sevilla

La banca: solución y problema

En la pasada crisis financiera se hizo popular la utilización como metáfora del proverbio "se puede llevar el caballo al río, pero no se le puede obligar a beber". El BCE inundaba de liquidez a la banca, pero ésta no prestaba ante la falta de demanda solvente. Ahora, aprendida la lección, se han hecho las cosas de manera diferente. Se ha vuelto a reclutar a la banca, que es la que dispone de la capilaridad suficiente para aplicarles una respiración financiera a los autónomos y pymes de forma rápida. El BCE vuelve a inundarla de liquidez, ahora remunerada, y le ha relajado los requisitos regulatorios para que pueda prestar con menos condicionamientos. Pero, además, en esta ocasión, su riesgo queda eliminado en un 80% a través de los programas de avales que los gobiernos europeos han puesto en marcha: "Bebe, que el agua está esterilizada". Con todo, la banca puede pasar de ser parte de la solución a convertirse en el problema.

Sin duda, el plan orquestado permite ganar tiempo hasta que se destape la importancia definitiva de los daños. Pero, aunque soluciona la liquidez de los autónomos y las pymes, no remedia su posible insolvencia. Si la inactividad se alarga, muchas sucumbirán si no se les aplica una ayuda directa. Es aquí donde entra en juego el plan de reconstrucción del tejido productivo que se está negociando en Europa: que despegue un helicóptero monetario que compense, mediante subvenciones a la explotación, en cierta proporción los gastos que sin ingreso alguno las empresas han devengado. Sólo así podrán volver a la normalidad sin arrastrar costes o exceso de endeudamiento.

El volumen de recursos necesarios será enorme si la inactividad se alarga y vendría a añadirse a la importantísima cantidad de dinero que conllevará el gasto sanitario y el producido por el rescate a las personas: muchos estados de la eurozona no podrán soportarlo. El endeudamiento público medio es muy alto, y especialmente elevado en los países, como España e Italia, donde el virus más se está cebando. Resulta fundamental que Europa, con todos los controles y garantías que hagan falta, lo emprenda de forma conjunta. La solidaridad ya bastaría como motivo, pero es que además pueden desatarse problemas adicionales, salpicando también a los países reacios.

Una recesión importante en países de ese tamaño podría poner en dificultades a su banca, y contagiaría a todo el sector europeo bancario. La debilidad extrema de la banca antes ya de que el coronavirus apareciera es factor común a todos los países europeos. El grave problema de rentabilidad que sufren se agudizaría aún más en una recesión -los préstamos antiguos no están avalados- y llevaría a los bancos a problemas de solvencia. El BCE, que ve posible esta insolvencia, publicó hace unos días una nota "obligándolos" a que no repartan dividendos. Vedada la ampliación -las cotizaciones han caído más de un 40% este año-, el beneficio se convierte en la única posibilidad de mejorar los recursos propios. De que ese plan de reconstrucción conjunto se ponga en marcha, y que funcione, depende que cada país no se encuentre con un tejido productivo arrasado y al mismo tiempo teniendo que inyectarle recursos a su banca.

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