Pagaría de mi bolsillo la PCR a algún político para se fuera de vacaciones, pero el problema es que como mucho se iría a Mallorca, que es tierra propia, con lo que no operaría la pena de extrañamiento. Hace meses que no puedo ver a mi pequeño sobrino porque nos encontramos en provincias limítrofes pero perimetradas, con lo que se prohíbe el acceso de una a otra. Si mi sobrino, pongamos por caso, fuera hincha del París San Germán y cocinara con mucha mantequilla, otro le coq cantaría: podría sobrevolar las fronteras y desembarcar su amplia sonrisa y su mirada pícara en el aeropuerto de mi corazón. Pero como el niño vive en el destierro hispalense con sus padres, pues como que tengo que conformarme con alguna videollamada y los típicos vídeos en los que se pone hasta arriba de tomate comiendo macarrones o hace mates en una canasta de su talla (apunta maneras, eso sí).

Eso no se puede entender, de ninguna manera. No es comprensible que estemos inmersos en un momento fundamental para no caer de bruces en la cuarta ola del covid-19, con nuestros derechos limitados y restringidos, hartitos de mascarillas y de toques de queda, y que no haya una mínima coordinación interna-externa de los gobernantes autonómicos, nacionales e internacionales.

Lo hemos visto con los confinamientos perimetrales, con las vacunas de Astrazeneca, con las prioridades de cada cual, con el alcalde de Málaga mirando más por el turismo que por el agravamiento de la pandemia, y con mil y una pamplinas pre-electorales más. Y ya harta, la verdad. Ayer hubo mil nuevos contagios y veintidós muertos por coronavirus en Andalucía y muchos más aún en Cataluña y aquí el debate es por qué razón los parisinos no pueden salir de sus casas excepto para coger un avión a Madrid o los muniqueses otro a Palma de Mallorca, mientras que mi hermano puede llevar meses sin ver a nuestros padres.

El argumento de que no se pueden pedir PCR para pasar de Sevilla a Cádiz o de Madrid a Santander es absurdo. Claro que pueden pedirse, y que la pague quien pueda. Y eso de que quién va a controlar el tránsito, entrada y salida, de los vehículos de las provincias y comunidades autónomas es otro bulo: los agentes de la autoridad lo harían encantados, posiblemente.

No es comprensible que todo lo poco que hemos ganado con tanto sufrimiento y carestía se vaya al traste ahora porque interese que determinados extranjeros (que por cierto, no vienen en patera, que en ese caso quizá la cosa se pintaría de un color distinto por unos y otros) dejen sus dineros, sus vómitos y sus virus en la tierra de conejos que es España. Utilizando una frase hecha: o todos moros, o todos cristianos. En Europa, en Madrid y también en Cádiz. Organización y coordinación, por favor. Que hablamos de vidas y no sólo de economía. Esta última puede reflotarse o rescatarse, pero, a día de hoy, el índice de resurrecciones tiene una tasa inferior a cero. No creo que haga falta explicar la metáfora.

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