Los leones de Pedro Jota salieron mansos como senadores de la oposición, relamiéndose los bigotes en el ágape que El Español preparó en una jaula de oro del zoológico VIP de cuyo madrileño nombre no quiero acordarme. Estaban todos ahí, guapísimos y espléndidos, ora con mascarilla sanitaria, ora con mascarilla facial. El carmín era optativo. Mezclados entre sí, los leones, las leonas y los leoncitos, daban cuenta de la gacela frugal que se repartía en platos de vajilla cara (no sé si sevillana). Reconozco ignorar el motivo de ese festín en la selva periodística de nuestro PJ (no confundir con Harvey) pero en realidad me da lo mismo. Con todo este choteo del toque de queda a tal o cual hora, el estado de alarma abusivo, prerredactado y de adhesión a seis meses, las prohibiciones de paso entre autonomías y el aumento del número de contagiados, muertos y afectados por el covid, no me he planteado la razón por la cual una cantidad indeterminada –que oscila entre ochenta y ciento cincuenta- de chuflas se saltaron la prohibición de reunión de los no convivientes por el simple motivo de llevar frac, calzón largo o braga-faja.

De esto es de lo que hablaba Teresa Rodríguez en aquellos tiempos en que mangoneaba en Izquierda Unida, de los privilegios de la clase alta; la misma casta a la que ahora pertenecen otros dirigentes del partido que surgió del movimiento 15M, por cierto. No puede ser que los hosteleros lloren amargamente adentrándose en las oscuras fauces del lobo estepario de la ruina (muchos de ellos endeudados por adaptar sus negocios a los protocolos-covid) tras cerrar sus puertas al no soportar la presión de los costes fijos y variables que dimanan de la reducción forzada del aforo mientras Pedro Jota hace galas periodísticas con los altos estamentos políticos de la nación.

Dicho lo cual, chapó por los líderes de Podemos, que no acudieron (aunque fuera más por su aversión a PJ que por evitar aglomeraciones o respetar distancias de seguridad). Se libraron, en todo caso, de nuestra reprensión y evitaron hacer el ridículo de la leona María Jesús Montero que ha reconocido que el ministro de Sanidad Illa y el resto de voraces leones deben hacer "autorreflexión". No, señora. Lo que deberían hacer es otro verbo que rima con ese término. Y no es genuflexión.

Mientras los antidisturbios de verdad (no los de Movistar) se parten la cara en Barcelona y Sevilla disolviendo manifas contestatarias y las familias miran preocupadas a sus miembros más frágiles con temor a una pandemia asesina y sigilosa, usted y el resto de gerifaltes con derecho a ser votados se lo pasan pipa en protocolarios actos de sociedad. Menos fiesta floral de la mayoría de edad y más compromiso con los ciudadanos y un poquito de sentido común, que mientras ustedes tomaban canapés de gratis afuera moría la gente en medio de una pésima gestión pandémica. Dimitan todos de una vez. Y si no van a hacerlo, por lo menos pidan perdón por ser unos cretinos y no reincidan en su frívola imbecilidad. Hagan el favor.

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