Reconozcámoslo, el título es fantástico. No se me ocurrió a mí sino al genial Juan Manzorro, vejeriego universal, internacional por el Teatro Falla (que por cierto habrá estado sufriendo ayer lomos en manteca con lo del Madrid y el Chelsea, junto a su Mónica de sus entretelas). El moño madrileño podría ser el del ex presidente Iglesias, que al parecer se presentó al cargo para dimitir si no salía. En Podemos todo sigue igual, habiendo cambiado. Más madroño y menos moño: Iglesias rapea despedidas y Monedero le hace los coros, como siempre. Dicho lo cual, la candidata de Mas Madrid ha resultado una agradable sorpresa, sólida y veraz, lo que se agradece. Errejón wins.

Mientras los negocios siguen dando tumbos y sobreviven como pueden o les dejan, Pablo Casado vende la moto de la épica remontada post-Génova intentándose apuntar la medallita de una victoria que más que asintómatica ha sido aprogramática. El pequeño Casado se alza con sonrisa forzada para salir en las fotos, pero el único bajito que demuestra talla es Martínez Almeida. Por otro lado, tras un estrepitoso fracaso, el PSOE sacó a escena a un demacrado Jota Ele Ábalos para decir que, españoles, Gabilondo ha muerto. Regeneración y tal, ya me entienden, ni que fuera susanista.

Del estrepitoso desastre de Ciudadanos, esa crónica de una muerte anunciada, poco hay que decir. Arrimadas debe sentir ya la de Damocles sobre su cabeza. Mejores que ella han caído y lo sabe. Y Vox, qué decir. Ha sido un quiero y no puedo. Pensaban comerse el mundo y sólo consiguieron congratularse de la partida de Pablemos. Tienen mucho que aprender los de verde, sobre todo a actualizar el lenguaje. Lo del Frente Popular, salvo que sea de Judea, no se lleva.

Hasta el moño estábamos todos los no tabernarios, que diría Ayuso, hartitos ya de estas elecciones centralistas, astronómicas y eternas que tantos telediarios han rellenado. Hasta el moño del madroño, sí. Y no sólo de él. Con las primeras luces tibias del verano incipiente, el 9 de mayo Pedro Sánchez acabará con el estado de alarma y le cederá el protagonismo a los presidentes regionales como si dijera: hala, ahí lleváis eso.

Me tiene preocupado el asunto. A ver qué pasa ahora, a ver qué deciden, a qué hora salimos o entramos, quién abre y quién cierra. El mismo cachondeo, una vez más. Dejamos de lado el moño pero seguimos hasta el madroño. El otro día una mujer hablaba con su amiga en la cola del puesto de la fruta del mercado central, laca y sedal. "A ver cuándo acaba la nueva normalidad", decía. La nueva normalidad es ahora la normalidad, intervine. Mejor que vayamos acostumbrándonos y digamos a las cosas por su nombre. Por eso pienso ahora en un estado de alarma hiperprorrogado que dicen llega a su fin el domingo y no acabo de comprenderlo. ¿Hemos vencido al Covid otra vez? ¿Se ha vacunado ya al 70% de la población? ¿Se dedicará Pablo Iglesias a dar clases en la universidad? Estamos en las mismas, he aquí la normalidad.

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