La noticia sacudió nuestras almas como un zurriagazo. Un joven gay de 20 años había denunciado una grave agresión sufrida el domingo por la mañana en el madrileño barrio de Malasaña por parte de ocho personas encapuchadas que, supuestamente, le habían grabado "maricón" en el culo a punta de navaja. Las reacciones condenando tan bárbaro atropello, como es de esperar, no tardaron en producirse: el presidente Sánchez habló de "ataque homófobo" y convocó para el viernes a la Comisión contra los delitos de odio, al tiempo que Grande-Marlaska apuntaba el incremento de casos de homofobia en los últimos meses. El líder de Vox manifestó que le llenaba de rabia "la brutal agresión homófoba que ayer sufrió un joven en el portal de su casa en Madrid" y pedía que cayera "todo el peso de la Ley" sobre los culpables "y se pudran en la cárcel". Además, las asociaciones LGTB orquestaron manifestaciones de protesta.

Y a media tarde de ayer miércoles supimos que todo era mentira. A los agentes de la Policía Nacional no les cuadraba la historia narrada por el denunciante e hicieron su trabajo bien, como acostumbran: acudieron a buscar testigos, a revisar las cámaras de seguridad y, con la ayuda de la Fiscalía de delitos de odio y de la Brigada provincial de Información de Madrid, concluyeron que olía a podrido en Malasaña.

Citado nuevamente a presencia policial, el chico confesó que todo era mentira y que había contado esa violenta versión a la policía "para mantener a su nueva pareja" y que el "ataque homófobo" fue "consentido, en casa de otra persona".

Jo-der. No quisiera encontrarme en el pellejo de ese pobre chaval de 20 años. Los políticos han quedado en entredicho y cargarán ahora frente él, por el daño que causa a las verdaderas víctimas. El chico perderá a su nueva pareja y habrá de enfrentarse a una causa penal por un delito de denuncia falsa. Malas decisiones, en definitiva. Es lo que tienen y lo que ocasionan.

Me hace sumamente infeliz toda esta pantomima. No sé por qué razón me ha venido a la mente aquella maravillosa película protagonizada por Kevin Spacey y dirigida por Alan Parker en 2003: La vida de David Gale. Le recuerdo de qué iba (cuidado, spoiler): Gale es un profesor de Texas sentenciado a muerte por la violación y asesinato de una mujer. Tras su ejecución, aparece un vídeo con evidencias claras de que la mujer y el profesor se habían confabulado para desacreditar la pena capital, forzando la ejecución de un inocente.

Lo cierto es que esta denuncia falsa del chico de Malasaña no es la primera que veo, desgraciadamente. Gente que se inventa lesiones para no ser arrestada en el cuartel, que finge atracos para justificar infidelidades, que alega daños por actos vandálicos para estafar al seguro, que se arroja encima de otro coche en una rotonda para obtener un cuponazo vertical o que denuncia falsamente a su pareja para obtener una orden de alejamiento que implique la custodia automática de los hijos, el pago de una pensión y el uso y disfrute de la casa. Incluso, ahora, puede retirarse el derecho de visitas al "presunto maltratador" automáticamente.

Menos mal que hay grandes profesionales -policías, fiscales, jueces, abogados- que tienden a la excelencia y evitan la mayor parte de esos desmanes, pero qué pena me dan el gay de Malasaña y la podrida sociedad que hollamos.

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