Conocí al protagonista de este artículo hace ocho años al iniciarme de un modo más inmersivo en el peligrosísimo mundillo literario gaditano. Daniel Heredia había trabajado como periodista en tiempos pretéritos y en ese momento era conocido por una trayectoria relacionada con el mundo cultural, gracias a su blog (de culto) titulado A los libros, con una pléyade de maravillosas y profundísimas entrevistas a escritores, editores y gentes de mal vivir, sus críticas literarias y, por qué no decirlo, por una novela que gustó y mucho a Pérez-Reverte, la biografía de Pasión Vega y determinados ensayos sobre uno de sus temas predilectos, adelantándose al último fenómeno literario, el de Irene Vallejo: los libros que tratan sobre libros.

Responsable de gran parte de la programación cultural y literaria de uno de los servicios de la Universidad de Cádiz, Daniel me ofreció su crítica amable y su amistad cuando yo empezaba a dar tumbos con mis Bulerías Nazis. Recuerdo una noche, tras una presentación orquestada en el Pay-Pay en la que en la mesa se encontraban Benito Olmo, Pilar Vera, Javier Fornell y el propio Heredia (con mi añorado Julio Malo de Molina haciendo reflexiones y preguntas desde la primera fila), en la que al finalizar el evento fuimos andando hasta la gaditana plazoleta presidida por el fénix y compramos dos hamburguesas, que devoramos en un banco mientras comentábamos los relatos que componían mi ópera prima.

Hubo una época en la que Daniel se planteó ejercer la agencia literaria, más allá de esos servicios editoriales que han ayudado a tantos escritores incipientes, y yo me encontraba entre su primera terna de clientes. Lamentablemente -porque a buen seguro hubiera triunfado en ese proyecto-, Daniel Heredia decidió que no iba a arriesgarse, acababa de ser padre y se ocupaba de su hija, en esta nuestra Isla de León.

Agradecí mucho la entrevista que me hizo en 2018 para la revista Zenda, en la que hablaba de A la velocidad de la noche y las novelas de abogados que frecuento últimamente. Siempre que he tenido una duda, le he preguntado. Y siempre que había una persona interesada en mejorar su prosa, o encaminar su carrera literaria, le he recomendado. Es por ello que cuando en la reciente presentación de mi Juicio Letal en el Centro de Congresos de San Fernando -al que por cierto, acudo hoy a las 20.00 horas a una maravillosa mesa redonda con Daniel Fopiani y Mamen Orcero, que no deben perderse- la concejala de Cultura, mi vieja amiga María José Foncubierta, me pidió que la apoyara en un año tan complicado como este participando en una humilde y casi espontánea Feria del Libro de la Isla, no dudé en hablarle de Dani Heredia.

La labor -a contrarreloj- del organizador de esta Feria (y espero que la siguiente) ha sido titánica. En tiempo récord ha orquestado una semana del libro para que los isleños no nos quedemos con la sensación de que no se hizo nada. No vamos a aventurarnos a comparar nuestra celebración con cualquier otra, porque las circunstancias son disímiles, pero confío en que la Feria del Libro de 2022 nos deje sin habla. Y que Dani haga su magia. Y que le sirvan el presupuesto necesario para ello.

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