Mientras que usted lleva casi un año realizando un loable ejercicio de paciencia y responsabilidad, saliendo a la calle lo mínimo, de la casa al trabajo y viceversa, y cumpliendo todas las medidas de seguridad habidas y por haber, en una discoteca bailan cientos de jóvenes sin mascarilla. Y usted, que tiene sus lógicas debilidades, sus dudas, y más en esta desesperante situación, puede llegar a pensar que está haciendo el tonto sacrificándose para nada. Y que el esfuerzo que la mayoría de los ciudadanos está realizando no vale la pena mientras exista tanto inconsciente suelto. Para que en una discoteca se celebre una fiesta tiene que haber un empresario que la organice, una administración pública que la permita y una multitud que se apunte al baile. La impotencia absoluta: ya no quedan fuerzas para luchar contra tanta irresponsabilidad.