La esquina del Gordo

El asteroide de oro

Resulta que aquellos 'valores' se han convertido en miedos colectivos

Oiga, eso que se está diciendo del asteroide de oro, que en caso de que caiga sobre la tierra nos hará multimillonarios a todos, perdone que lo diga así, de sopetón, es una soberana estupidez. Quiero decir que si llegara la situación de que cada terráqueo tuviera los bolsillos llenos de oro, ¿éste tendría el mismo precio que tiene hoy? ¡Amos, anda! El valor de las cosas lo impone su escasez y las dificultades para conseguirlo. No hay que hacer muchas cuentas, basta pensar en el precio que tendría la trufa blanca si creciera como los champiñones. Que vengan ahora con el señuelo del asteroide… Mire, y perdone la comparación, es como creer en las promesas electorales.

Por poner algunos ejemplos: el kilo de lentejas alcanzaría los 5.000 euros, el del pan los 2.400 y en ese plan; vamos, como en Venezuela o peor, porque con los bolsillos llenos de oro a ver quién iba a ser el guapo que se dedicara a las faenas del campo, de la pesca… Así es todo, un relativismo que confunde valor y precio o, dicho de otro modo: una maldad intencionada para que los desgraciados dejen de pensar en el drama diario y centrar sus inquietudes en un futuro utópico lleno de nuevas mentiras.

El relativismo actual viene a ser como la antítesis de lo que antes se consideraba 'valores humanos o personales'. Mire usted, guardia, no pregunte, pero créase que hubo un tiempo donde se llegó a valorar el respeto, el talento natural, la integridad, la honradez, la honestidad… -conceptos distintos, sobre todo en España cuando, desde siempre, lo honrado se aplica de cintura para arriba, y lo honesto, de cintura para abajo-. ¡Joder, Sancho!

Hoy, que todo el mundo esconde sus íntimas verdades, porque airearlas acarrea enemigos furibundos que solo viven para amenazar, resulta que aquellos 'valores' se han convertido en miedos colectivos, por la razón antes aludida y porque el estilo de vida del día a día, no se concibe como no sea a codazos, grosera forma de expresar la competitividad desde el momento que dejó de tener validez el afán de superación personal sin agredir a nadie. Presumir, siquiera modestamente, sentirse orgulloso de sí mismo, se convierte en veneno para todos los usuarios del navajazo gratuito.

Decir por tanto que si cae el asteroide de oro sobre la tierra todos seremos ricos, ¡por favor! Los miserables seguirán siéndolo; lo mismo que los ambiciosos, los envidiosos, los avariciosos, los rencorosos (unisex), y todos aquellos que por disimular achacan sus maldades a los usos y costumbres, cuando en realidad los odios nacen exclusivamente en las almas podridas.

Echando la vista atrás sin ira pero con retintín, al final va a resultar que el felón Fernando VII abolió la Constitución de Cádiz, no porque limitara sus locuras absolutistas, sino porque, listo él, consideró la imposibilidad de que los ciudadanos cumplieran con la obligación de ser 'justos y benéficos', y así salió todo desde entonces.

Seguiremos igual hasta con sacos de oro. ¿Mesentiende?

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