Puente de Ureña

El arte de asustar

El pensamiento está mediatizado para provocar el pensamiento que los políticos quieran

El miedo no, tal vez su semilla, esa inquietud que ahonda, esa orfandad contra todo, ese espíritu atemorizante de las cosas, para hacerlas ingresar en el espíritu. Allí dónde el espíritu teme por las células vivas y el vapor de la sangre. Parece que incrustar el miedo en las personas, desde Maquiavelo a Gabilondo, -hay que crispar más-, era el arte de mantener quieto y callado al ciudadano.

Desde el seiscientos y la tortilla hasta la cultura del pelotazo, el país vivía a su manera y sus costumbres. Sus trabajos. Y todo lo demás. (Carnavales, cuaresma, ferias, toros, futbol, juergas, cumpleaños, bodas, comuniones, tertulias, bares.). El miedo era no llegar a final de mes y las multas de tráfico. Pero parece que el anúlale todo lo conocido, toda costumbre, todo placer, y no dejes espacio a los sueños, es lo que ahora hace soberano al ciudadano.

Anatole France, un Rabelais posterior, definió que el arte de la guerra es disponer los ejércitos de manera que no puedan huir. Casi como ahora. Ni por miedo ni por escapes. Maquiavelo a su vez opinaba que el miedo era una emoción útil para dominar al pueblo.

En estos días suenan demasiado cercanos a nosotros, como una vuelta al medievo o a la pre revolución. A pesar de la presunta libertad de las redes sociales. Sí. Porque el pensamiento está mediatizado para provocar el pensamiento que los políticos quieran. Ése incrementar el miedo y dirigir capacidades cognitivas hacia el miedo genera agorafobia, hafefobia o quiraptofobia, miedo a ser tocado, miedo a ser contaminado, miedo de contaminación o invasión. Cuerpos sin besos, sin caricias. Aislados, a ser posible dentro de sí mismos, pendientes de una pantalla virtual que genera más miedos. El miedo a la opinión pública, como cualquier otra modalidad de miedo, es opresivo y plural.

El miedo a no ser aceptado cuando el aislamiento vive dentro de ti, genera carne de psiquiatra, ahora que los médicos son invisibles, que la muerte es el pavoroso telón de fondo de todas las noticias. Y cuando no puedes enfermar de otra enfermedad, cuando el miedo pisa las escaleras del terror, cuando la idea de la soledad encalla en la muerte, la sociedad ha caído en la orfandad más sola y el estado, puede hacer lo que quiera contigo. Porque estás perdido en la frustración y en la impotencia que genera insultos y odios.

Entonces vemos y asistimos al miedo y las conductas disfuncionales motivadas por el miedo, ya no puedes pensar porque en el hueco de tu mente anida la araña espesa del temor, el "me da igual el estado, mientras yo pueda seguir mínimamente seguro en medio de este miedo".

Puta palabra pura. La soledad es un planeta inmenso que hay que colonizar para ti mismo. La fórmula: pensar que usted piensa que piensa, cuando en realidad no piensa. Entonces se cree liberado, no sé de qué, porque su anterior lasitud hedonista ha sido seccionada por una hoja de afeitar, y no hace falta clamar en el pensamiento de Chomski, sino en el del planchado de la esquina.

Estamos apañados. Esto es el abandono del proletariado comunista en estado puro: sin religiones, sin cabos que anclen al ayer, el varadero invadido por el tsunami del miedo. Rabelais se reía. Maquiavelo, mataba.

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