Pues siete años es lo que ha tardado el Ayuntamiento de Cádiz es concluir las obras de reforma de un pabellón deportivo de barrio. No en construir uno nuevo, que en eso el futuro Portillo marcará un hito si es que alguna vez sale adelante el proyecto, sino en mejorar una instalación con determinadas deficiencias. Tres años con el gobierno de los populares y casi cuatro con los actuales responsables municipales. Plazos administrativos aparte, parece evidente que algo ha fallado en la planificación de la obra o en la previsión de su posible complejidad. Porque ambos equipos de gobierno han llegado a anunciar, sin que se produjera, algún que otro inminente fin de la reforma. Al final, los perjudicados han sido los ciudadanos, los jóvenes que se han visto privados siete años del Francisco Blanca, que se dice pronto, y un barrio, el de Guillén Moreno, que necesita más mimo y atención.

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