Análisis

manuel amaya zulueta

¿De almirante a grumete?

La mañana se abría guapa. Tras los cristales, empañados después de toda la rociada nocturna, una luminosidad inesperada. Parecía que el frío había remitido, el sol lucía bravo y cepillé mi abrigo, el de siempre, el de todos los inviernos, porque en Carranza va a hacer esta tarde un birují fino. Sospecho que los amiguetes comenzarán a telefonear pronto. Con esto del auge que está tomando mi modesto El Pálpito Amarillo, algunos creen que tengo una bola de cristal adonde puedo divisar lo que ocurrirá en el Pseudomirandilla a partir de las 18,30. ¿Qué presientes para esta tarde, tío? El que me hace la pregunta es un cholista (vaya palabro) arrebatado, del estilo de Fernando de Santiago, más o menos. Le vaticino, con fuerte dolor de corazón, que palmaremos. ¿Seguro? Te veo muy convencido. Tito, después de que el último de la fila nos metiera cuatro cómo quieres que tenga el ánimo... Palmar como arpa vieja, que decían los mayores cuando yo era niño. O esto es lo que hay, que propagaría Koeman.

Conjeturo que el Almirante, que parece venido a menos, y a este paso se nos queda en grumete, habrá reflexionado profundamente en cómo nos vamos a defender de Suárez, Griezman (parece la alineación del F. C. Barcelona), la velocidad de Llorente, la clase de Carrasco… Y el oso de Oblak, como habría escrito Rafael Alberti. El otro cierra el móvil muy contento. Pobre inocente que desconoce que cada partido es un melón sin abrir.

Quillo, que ha muerto Almudena, el otro. Santa Gloria goce, le replico; pero no leo a mis coetáneos. Ésta es boutade que me confesó don Ramón María del Valle-Inclán en su tertulia del Ateneo madrileño. Lo que no me insinúo cucamente el barbado y ceceante autor de Luces de Bohemia fue que él había tomado la expresión de Lord Byron.

Siguen las llamaditas y vuelvo al clásico "palmaremos". Y ya luego en el Carranza, tras contemplar el primer tiempo me digo a mí mismo: A ver si me voy a equivocar en eso del pálpito. Porque el Glorioso hizo un primer cuarto de hora hasta brillante, resaltaría yo. Y el resto de la primera parte nadie puede afirmar que el grupo rojiblanco fuese superior en nada a los yellow boys.

¿Lo dejamos aquí? Para un cadista el partido debió terminar ahí, entonces, cuando los jugadores se iban a los vestuarios, porque pocas veces me he visto más desencantado en el palco, al menos en estas dos temporadas que hemos catado el elixir mágico de la primera división.

Y metidos ya en furbo hasta las ingles: ¿Por qué Cervera no sacó a la Furia Gitana de central desde el principio y por qué cuando lo sacó lo colocó en donde hace lo que no hace, o sea, nada, porque no es su sitio? ¿Por qué volvemos a ver en el césped a Cala, cuando es un hombre que ya lo dio todo en primera? ¿Por qué si siempre hemos jugado con dos sabuesos rompedores (Garrido y José Mari) por delante de la defensa le ha dado por poner a Álex, que piensa más en la Torre del Oro que en la Caleta? ¿Por qué Choco nunca puede tener a nadie cerca cuando recibe de espaldas a la portería y la aguanta esperando al que no viene y termina perdiéndose el balón? Ahora recurrirán a esa parida de "Nadie quiere arrojar piedras sobre su propio tejado", bobada que destrozaré en el próximo capítulo. Continuará...

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