Hace dos semanas manifesté, a través de esta colaboración alambicada, lo que siente un portuense de a pie ante la angustiosa situación que atraviesa nuestra ciudad. Y lo hacía, introduciéndome en la piel del máximo responsable del devenir de El Puerto, de su alcalde. La literatura no es otra cosa que un sueño dirigido, balbuceaba José Luis Borges.En esta segunda entrega, asumo –como Ortega y Gasset-, que sólo cabe progresar cuando se piensa en grande y que sólo es posible avanzar cuando se mira lejos. Sabemos bien aquello de que los mediocres suelen condenar todo aquello que está fuera de su alcance. Y ante todo esto hay que ser consecuente, defender en público aquello en lo que se cree y tirar para adelante.Si fuera alcalde, crearía una Oficina de inspección y vigilancia de las obras y contratas municipales, para velar por el cumplimiento de los contratos. Y crearía una cuadrilla de mantenimiento urbano, que a pie de calle, visualizase semanalmente los desperfectos a reparar.Si fuera alcalde, tendría muy en cuenta las investigaciones sobre la bodega más antigua de occidente, en la sierra de San Cristóbal, del catedrático de la UCA, Diego Ruiz Mata y apreciaría sus consideraciones. Sin olvidar el abandono del complejo del Madrugador, de las cuevas-canteras y la reversión de los polvorines. Y apoyaría, sin fisuras, la propuesta del profesor González Luque sobre la celebración del III Centenario de la muerte del escultor Ignacio López.Si fuera alcalde, me plantaría ante la gestión tan errática de la Autoridad Portuaria para con El Puerto. La recuperación de las márgenes del río, las inversiones en negocios y actividades portuarias duermen, desde hace mucho, en los despachos.Si fuera alcalde, estaría atento a las ideas de los portuenses. Sus opiniones serían tenidas en cuenta y puestas en práctica en los presupuestos municipales. Si fuera alcalde…aplicaría el consenso, la tolerancia, el respeto y el sentido común en mis actuaciones.Decía Víctor Hugo que el futuro tiene muchos nombres: “Para los débiles, lo inalcanzable. Para los temerosos, lo desconocido. Para los valientes, la oportunidad”. En El Puerto, no cabe otra. Pues eso.

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