Hay una tendencia a confundir evolución, progreso y modernidad con asumir una espiral de consumo y alejamiento de estilos de vida tradicionales. Sin embargo, alejarnos de quienes fuimos suele traer consecuencias vitales catastróficas.

M. Vázquez, entrenador, profesor de ciencia del entrenamiento y autor de blogs sobre salud defiende que “nuestra genética no ha cambiado en 40.000 años, y sin embargo hacemos y comemos cosas muy diferentes a nuestros ancestros”, es decir, tenemos un cuerpo diseñado para la actividad y el movimiento, pero usado para el sedentarismo. Esta misma afirmación se podría trasladar a ámbitos sociales como el hacinamiento en grandes ciudades sin contacto con la naturaleza o el agotamiento derivado de la carga excesiva de trabajo y actividades programadas para el ocio.

Si algo bueno ha traído la pandemia, ha sido el descanso que se ha dado a la naturaleza y a nuestros niveles de estrés con cielos más azules, aguas menos contaminadas, un descenso en accidentes de tráfico y criminalidad… En el primer mundo rozamos la vuelta a la normalidad, pero no creo que retomarla por completo sea una buena idea. De hecho, ya hay muchas familias mejorando sus viviendas, planteándose una vuelta al campo o frenando su actividad febril. Y deberíamos aprovecharla para apostar de lleno por el medio ambiente. Los recursos no son inagotables, llevamos años hablando de las 3 R (reducir, reciclar, reutilizar) y, sin embargo, avanzamos muy poco hacia esta economía circular.

El mundo de la moda es uno de los acusados por su generación de residuos, el enorme gasto de agua en la producción y las terribles condiciones de fabricación en el tercer mundo. Volver a los arreglos de ropa; usar la creatividad para combinar prendas nuevas y antiguas; comprar materiales de más calidad y más duraderos; poner de moda, como ya se está haciendo, la venta de 2ª mano; pasar la ropa entre hermanos o amigos... son algunas de las iniciativas propuestas. Puedo asumir incluso el anglicismo si con él ponemos de moda una nueva lógica en la manera de consumir, volquémonos en el upcycling como ya se hacía en las casas de nuestra infancia. Lo nuevo, no siempre es lo mejor.

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