Me gusta muchísimo el Carnaval de Cádiz porque me voy lejos. Huelva norte es agreste, primitiva y fragante. No parece Marruecos, ni Portugal ni tampoco España. Hay un montón de dólmenes esparcidos entre jaras y encinas, pero casi no hay gente. El castillo de Cortegana es pequeño, perfecto, limpito y ordenado como un costurero medieval. El costurero de Raquel y Vanessa, Amigas de los Castillos. Aquí hay muchos porque esta era la Banda Gallega, la frontera con Portugal. Luego está la mezquita fortaleza de Almonaster. Cae la tarde en la hora dorada y realmente este sol de Huelva muere entre reflejos de cobre, como si el cielo tuviera una conexión directa con el corazón de las minas del Cerro Colorado. Y qué decir del Castillo de las Guardas, hoy reserva zoológica. Me pregunto cuántas toneladas de zanahorias puede arrojar la gente de un trenecito turístico a los emúes. Frente a la mampara de cristal que nos separaba de los chimpancés había un bebé humano que se me quedó mirando fijamente. Como era un bebé pienso que no tenía muy claro qué era lo que tenía que mirar. En fin, yo me sentí obligada a amortizar su interés, así que con mi mirada más profunda de "mulier sapiens" le dije: UH UH UH. El bebé, jaleado por sus padres, se animó a enseñarme que él también sabía aullar y golpearse el pechito con los puños y rascarse el sobaquete y la cabecilla. Escenificamos allí los protocolos del primate mientras los chimpancés nos miraban desidiosos rascándose las bolas. Mi padre, en honor a sus nietos, amistó bondadosamente con seis jirafas que le babosearon rebuscándole el bolsillo de la americana, porque él había alineado allí sus zanahorias como su fueran puros. Huyendo del follón carnavalesco fuimos a dar con la tribu entera de los onubenses, que resultó que estaba metida en la ermita del Rocío con todos sus simpecados, autoridades, caballos, varales y perifollos cantando al unísono la salve rociera. Con los vellos de punta, frente a la marisma donde reverberaba el sol entre yeguas y flamencos, tuve una revelación tipo Paulo Coelho: huyendo de una orgía antropológica y ancestral me he metido en otra. Oh, guerrera de la luz, recapacita: es el momento de volver a Cádiz.

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