¡Virgencita!

Mientras que el monarca constitucional llevó sus mensajes hasta el límite de la tarjeta roja (del PSOE), vimos en RTVE al humorista mucho más comedido en sus críticas que en otras ocasiones, quizás por la cercanía de las varias elecciones que se nos aproximan

A diferencia de otros años, estuvo mucho mejor el discurso de Nochebuena del Rey Felipe VI que el programa de Nochevieja de José Mota. Mientras que el monarca constitucional llevó sus mensajes hasta el límite de la tarjeta roja (del PSOE), vimos en RTVE al humorista mucho más comedido en sus críticas que en otras ocasiones, quizás por la cercanía de las varias elecciones que se nos aproximan. Así, centró su programa en el Rey Carlos de Inglaterra, en Camila "de Cornualles" y en Vladimir Putin, dejando algunos gags reservados para el alboroto del Congreso de nuestros Diputados y las peleas de los líderes europeos para "hundir" el Titanic-Europa.

Se cebó Mota con Revilla y Yolanda Díaz, aunque no vi mención alguna a la vicepresidenta Irene Montero y sus leyes y reformas penales. Sí regaló bromas sobre la subida de los precios y su impacto en la economía doméstica de los españoles, con una relativa crítica a algún ministro de nuevo cuño, ya de por sí tan  antipático que parece del PP. En fin, lo dicho, no fue el mejor programa de Mota, aunque le cediera el protagonismo a Venancia, la vieja del visillo, más española que la tortilla de papas.

Llegó entonces el momento de repasar las felicitaciones del 2023 recibidas en el móvil por WhatsApp, haciendo especial hincapié en las de aquellas personas que solo te escriben de Navidad en Navidad, aunque es de agradecer que piensen en uno para felicitarlo. Luego, hice la clásica videollamada a la familia -antes de que se saturen las líneas, dije, aunque usaba los datos del móvil- lo que aprovecharon los niños, escabuyéndose a sus habitaciones a ver a Ibai o a jugar a un videojuego, que en verdad es lo mismo.

Tras esto, busqué una cadena donde asentarme para ver las campanadas y caí en la trampa de Antena 3, donde Alberto Chicote y Cristina Pedroche no intentaban lavarle el cerebro a nadie, lo que era de agradecer. Claro que cuando la señora se quitó su capa -hecha con la tela de una caseta de campaña de refugiados en Pakistán- y se vio su atuendo, me arrepentí de inmediato. Llevaba el busto tapado por una paloma perjudicada -saludos a Yolanda Vallejo- que podría haber salido en la Cabalgata de Reyes del Carnaval de Cádiz y unos pantalones de gasa más que transparente. Lo peor es que Pedroche manifestó que su disfraz era una alegoría de la Paz y que había estado todo el año diseñándolo.

Algunas exageraciones rallan en la ridiculez, así que, una vez solucionado el problema de haber comprado uvas más grandes que las campanas que sonaron doce veces, me dirigí con decisión a La 2, en donde me esperaba "Cachitos de Nochevieja". Mientras comía algún que otro turrón pude disfrutar del excelso programa, aunque poco tiempo. Yo era poca cosa; a las doce y media estaba ya empijamado y metido en el sobre con destino a REM.

Esta relación de hechos no es sino una reflexión de la edad provecta que uno empieza a vestir con estilo Pedroche. Ni copita de Champán, ni de Champín. Así que acabo la columna deseándole un Feliz año 2023, y ¡Virgencita, que nos quedemos como estamos!

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