Ha sido un año terrible. Un año que nos será imposible olvidar. Un año que nos ha dejado una vulnerabilidad política alarmante, preocupante. Es el único balance cierto que podemos hacer del pasado, ya, año bisiesto. Una pandemia que ha dejado al descubierto el descocido que tiene este país con los servicios públicos, que políticas que creíamos ya resueltas han mostrado una vulnerabilidad terrible. Principalmente la sanitaria, pero también la educación y el actual estado territorial, necesitan de un gran pacto nacional que las saquen del ideario político. Esta pandemia ha puesto sobre la mesa lo necesario que es que exista una política de estado que iguale en derechos fundamentales a todos los españoles. Las autonomías, o quizás los dirigentes de los gobiernos autonómicos, están emitiendo señales claras de que la política de estado les viene grande. 

Y de esta crisis no se salva las políticas locales. Ya nada será igual, no puede serlo. Nada se sabe sobre la inmunidad que nos puede dejar las vacunas pero tampoco sabemos la inmunidad que va a dejar la crisis económica, sobre todo en las economías que se asientan sobre un mercado volátil, como la de nuestra ciudad. Todo son cálculos inseguros. Sería interesante poder saber cuánto ha retrocedido la economía de nuestra ciudad. Pero lo que si es seguro es que La Isla, que el actual gobierno se encontró, no es la misma que la de ahora. Las políticas ya no pueden seguir siendo la misma. Si el balance del funesto pasado año no puede ser positivo de ninguna de las maneras, las previsiones del año actual tampoco puede contar con un diseño seguro. Todo se va a basar sobre especulaciones, sobre incertidumbres, sobre la inseguridad económica. Las previsiones ya no son las mismas.

La Isla necesita ahora mismo serenidad, política, pero también dosis de pragmatismo, acudir a lo más urgente, que ahora mismo es regenerar en lo posible las pérdidas del mercado económico sufrido en esta pandemia. Es necesario reprogramar la política después de lo sucedido y de lo que continua sucediendo. Las dudas se asientan sobre los proyectos pendientes de concretar y de los que están esperando su punto final. Pero, ¿se podrá solucionar este año? El Museo Camarón está metido en su eterno lío y la economía no da para mucho más. Los fondos EDUSI pendientes dependen de una Europa que tiene ahora otras prioridades. El Parque de la Magdalena depende de lo mismo. La necesaria remodelación de la Plaza del Rey más de lo mismo. El Ayuntamiento se duerme en papeleos y burocracia y del tranvía mejor no decir nada.

Por cierto, ¿es correcto que el gobierno local dé marcha atrás con el tema de La Casería por las protestas de una minoría? Si se pensaba que era lo mejor para la zona y sobre todo para la ciudad, ¿por qué ese cambio? Por consiguiente, tenemos un año lleno de incertidumbres en el que la política también va a depender de las vacunas. Sí de las vacunas, porque si se logra la inmunidad se podrán celebrar las fiestas del verano que dejan buenos ingresos en la ciudad. Pero todo depende.

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