La flexibilización del teletrabajo ha sido uno de los pocos beneficios que nos ha dejado la pandemia. Grandes multinacionales ya están incorporando esta opción de forma permanente, con modelos híbridos que combinan la presencialidad con fórmulas a distancia. Una vía a explorar que favorece la conciliación y contribuye a la protección del medio ambiente, al reducir drásticamente los desplazamientos en las grandes ciudades.

A las puertas de una nueva época de restricciones, muchos serán los residentes en Madrid que vuelvan a plantearse dejar la gran ciudad y desplazarse a sus segundas viviendas para continuar cumpliendo con sus obligaciones laborales. Es más, muchas familias ya optaron por esta fórmula, y ni siquiera volvieron a Madrid después del verano.

Trabajar en una ciudad como El Puerto puede tener muchos alicientes: menos tráfico y, en consecuencia, menos contaminación; un coste de vida más asumible, con diferencias sustanciales de precio incluso en la cesta de la compra; la accesibilidad a entornos naturales, como las playas, y un sinfín de ventajas que pueden conllevar un aumento de la población de la ciudad. Algo muy necesario para que ciertos sectores, como la hostelería, sigan pudiendo subsistir a pesar de las dificultades que sufren. Si El Puerto gana población, también estamos generando empleo y bienestar para sus vecinos.

En el aspecto más lúdico y de ocio, El Puerto y la provincia de Cádiz en general pueden ofrecer una oferta interesante, con una gastronomía añorada por los urbanitas hartos de cartas estrambóticas a precios estratosféricos. Quizás la COVID-19 nos ha enseñado que las ventajas de una gran ciudad, como una infinita programación de eventos multitudinarios o la apertura de los comercios todos los días de la semana, no son tan imprescindibles. El ciudadano busca bienestar y seguridad. La propia naturaleza de una ciudad como El Puerto lo hace posible.

Otro de los alicientes puede, y debe, ser la hospitalidad de los vecinos. Es cierto que la llegada de familias de la capital puede despertar ciertas reticencias. Aquí creo que debe primar la responsabilidad de los que vengan de zonas con alta incidencia del virus: hacer unos días de cuarentena creo que es una mínima contraprestación a cambio de poder disfrutar de un año casi “sabático” en El Puerto.

El Puerto también tiene que estar a la altura. El acceso a una conexión de fibra óptica en toda la ciudad, que asegure conexiones de alta calidad, es esencial para que sea posible el teletrabajo. Y que los servicios públicos esenciales estén preparados para un posible aumento de demanda. Si lo preparamos, y lo contamos, El Puerto es sin duda un lugar magnífico para teletrabajar.

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