Releyendo una vez más con mis alumnos El árbol de la ciencia de Baroja, de cara a la temida selectividad, me vuelvo a dar de bruces con el dilema de que “ante la vida no hay más que dos soluciones prácticas para el hombre sereno: o la abstención y la contemplación indiferente de todo, o la acción limitándose a un círculo pequeño (…) el que quiera hacer algo tiene que restringir su acción justiciera”. El pesimismo del ciudadano ante la situación del país y su desconfianza en la política parece que siguen intactos (“la política española nunca ha sido nada alto ni nada noble”). Tiene un gran peligro esta reflexión, evidentemente. Cuando se deja de confiar en las instituciones y gobernantes, se pierde el interés por la participación, por la acción (“Los hombres de acción, si tuvieran sensibilidad, no serían hombres de acción. No podrían hacer nada. La sensibilidad es el disolvente de la acción” apuntaba Azorín, compañero de generación) y es entonces cuando parece que dejamos el barco a la deriva, a expensas de quienes, sin sensibilidad ni idealismos, dan un paso al frente para tomar las riendas. Pero, al mismo tiempo, cuanto más se hunden los políticos, más fe encuentro en esa acción justiciera limitada a un medio pequeño. La solidaridad familiar y vecinal con los desahuciados, con los refugiados, con las víctimas de las riadas… Esta misma semana, con mis alumnos más pequeños, salía la figura del héroe y la heroína y, tras pedirles qué cualidades debían tener según su criterio, salió la honestidad, la valentía, la amabilidad…Cuando debían darme el nombre de alguien de carne y hueso que representara hoy esos valores, no salió ningún dirigente político, ningún gran líder y, sin embargo, todos encontraron a alguien en su entorno que estaba “salvando vidas” de una manera u otra: un padre, una madre, un abuelo… personas todas que en lugar de contemplación indiferente, han optado por buscar la justicia en su círculo inmediato. Solo un nombre conocido: Nadal. Un héroe contemporáneo cuyo superpoder ha cobrado la forma de unas botas y un cepillo en las penúltimas riadas. Curioso. Quizás hay esperanza a pie de calle. Si ya lo cantaba Kiko Veneno, “superhéroes de barrio”…

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