Sanidad disruptiva

Debemos adaptar nuestra organizaciones para aprovechar las nuevas oportunidades

El título de esta tribuna hace referencia a un fenómeno que acontece en todos los ámbitos de la sociedad y que reta también a los sistemas de bienestar. Y es que afrontamos un tiempo de cambios disruptivos que obligan a una adaptación de nuestras organizaciones para aprovechar las oportunidades y no perder el tren de la mejora de la eficacia, la efectividad y la eficiencia. Esto es aplicable a la sanidad en general y a los servicios sanitarios en particular porque hay factores diferenciales en estos tiempos respecto a los que condicionaban a la sanidad en los años 80 del siglo pasado, cuando se inició la reforma sanitaria de la que surgió el actual sistema público de salud con la Ley General de Sanidad de 1986. El envejecimiento de la población, con tasas de crecimiento relevantes para los próximos 15 años, junto al aumento de la cronicidad, obliga a repensar nuestra organización y nuestra respuesta a las necesidades de este sector de la población.

Si a esto se une la irrupción de las herramientas digitales en los modos de vida y en la organización de los servicios, se entiende el porqué de muchas nuevas iniciativas de relación con los pacientes en aquellos ámbitos de trabajo donde se está enfocando la actividad asistencial con formas más flexibles de actuación y modalidades más abiertas.

Por otra parte, también gracias a la digitalización, está cambiando la forma de trabajar y de relacionarse los profesionales de un mismo servicio o la relación con profesionales de otros servicios y/o de otros centros sanitarios. El intercambio de información clínica de los pacientes de manera online, la realización de sesiones de trabajo virtuales que pueden trascender las paredes y el espacio físico de trabajo o el análisis de datos personalizado son opciones que amplían las capacidades de respuesta asistencial.

Y que decir de la aplicación (ya real y concreta) de la Inteligencia Artificial en el trabajo clínico en diversas áreas asistenciales, que permite afinar la precisión de los diagnósticos, anticipar (también con gran precisión) los pronósticos o intervenir clínica y quirúrgicamente con más garantías de éxito y efectividad. En este aspecto, cabe esperar avances que pueden resultar disruptivos para la práctica clínica. En la medida que la inteligencia artificial vaya aportando mejoras en la organización de la vida cotidiana de la sociedad y las empresas, y eso se incorpore en nuestras organizaciones sanitarias, nos abocamos a nuevas realidades organizativas que ampliarán la capacidad de respuesta.

Finalmente, los avances en el campo terapéutico y diagnóstico que cada vez aportan novedades hacia la precisión, dibujan un panorama de cambio cuyo dinamismo es tan acelerado que desborda la capacidad de anticipación de la que disponen nuestras estructuras tradicionales. Es por eso que se requiere un cambio incluso en los organigramas tanto del Ministerio de Sanidad como de las Consejerías de Salud. Un cambio profundo de concepto y de contenido para disponer de las capacidades que permitan articular las respuestas que esta situación disruptiva nos exige como país. De ello hablaremos en otra ocasión.

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