Jueves Santo Horarios, itinerarios y recorridos del Jueves Santo y Madrugada en la Semana Santa de Cádiz 2024

Nunca se vio desde la Guerra Civil un cuartel más revolucionado como el de aquellos paracaidistas de Alcalá de Henares, con Franco aún vivo, que se aplastaban las boinas mientras Rosa Morena se contoneaba en el programa A su aire, a principios de 1974. Ojo, con música y voz en vivo, y los militares cayendo barra abajo para sumarse al jolgorio y los piropos. "Échale guindas al pavo..." se dejaba caer en rumba pop esta Marilyn cañí, rubia como las candelas, justo al lado de unos reclutas saltadores, sin rastros de bromuro, que no se habían visto entonces en otra igual.

Aquel A su aire, tan libre y espontáneo, uf, pertenece a una serie de espacios (como el Cambie su suerte del escotazo de Rocío Jurado) con el que el aperturismo de Arias Navarro se ponía a prueba. Era una osadía que se quebró pronto ante el búnker. El timorato presidente, enquistado en una obediencia debida anacrónica, no tuvo el valor de romper esquemas con el dictador aún vivo. Y tampoco lo haría con el dictador bien muerto.

Las guindas de Rosa Morena, a media tarde en la televisión en blanco y negro, calentaron los televisores y al personal, pero todo aquello fue un espejismo pese a la voluntad del entonces director de programas de TVE, un tal Chicho Ibáñez Serrador, que tuvo que salir por patas del experimento renovador, decir que le habían fracturado las costillas, y dimitir desde un hospital.

Rosa Morena fallecía en Badajoz este miércoles en el mismo día que decía adiós Azucena Hernández, con su carrera artística truncada por un accidente fatal. Pocos años antes, como decíamos por estas páginas, una tuerta dirección de TVE la despidió de un concurso, Ding dong, por ser una de las actrices del destape y pese a que el presentador era uno de los protagonistas de aquellas mismas películas satironas, Andrés Pajares. En 1980 los críticos carcas tenían a raya la cadena de todos. Rosa y Azucena aportan historias de mujeres que removían conceptos desde el flanco de la aparente frivolidad.

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