Análisis

Montiel de Arnáiz

Risitas de hienas

Aznar se descojona ad nauseam como viene haciéndolo desde hace varios lustros

Vaya tiroteo de pistoleros mancos se produjo en la utilísima comisión del Congreso de los Diputados del martes. Un duelo ultra-fálico entre José María Aznar, Pablo Iglesias y el bufonesco Rufián que no hace sino demostrarnos la madera de que está hecho cada uno a través de una avalancha de cortes de vídeo, memes y artículos de opinión de diverso calado (vg. el de Arcadi Espada).

Aznar tiene ese efecto: lo odian demasiado/s. Todo se encabrita en su presencia, una gasa neblinosa cubre los ojos del televidente cuando sale en las pantallas 4K. Lo odian retroactivamente, incluso ahora que ha cambiado el bigote por las abdominales. Lo cierto es que el ex presidente es un rival demasiado rocoso para estos políticos 2.0 que gastamos y sufrimos; tiene demasiado poder y (presumiblemente) dinero, como para inquietarse con los tiritos de pistola de agua que le dirigieron los dos diputados antisistema. (Invento un haiku: el beso del rocío/ hace bostezar/ a la montaña).

Con Susana Díaz la cosa cambia. Tras los últimos roces con Juan Marín y Ciudadanos en los que le advirtieron que si no eliminaba los aforamientos iban a forzarle elecciones al no soportarle los presupuestos andaluces, vi bien a las claras que todo era una estrategia predeterminada: apoyo hasta el año III, ruptura bienquedista a comienzos del IV y nos encontramos al final de la calle en enero del diecinueve. Sea por mi suspicaz teoría o porque una condena en el caso ERE extremauncionaría el régimen socialista en Andalucía, lo cierto es que las próximas elecciones autonómicas tienen cacaruca (vulgo: más peligro que una piraña en un bidé). El auge de los nuevos partidos políticos y la incapacidad de los viejos para enamorar y captar a una juventud desengañada, parecen acercar un cambio institucional en los palacios sevillanos y de toda Andalucía.

Mientras, nos entretenemos con los chistosos vídeos de Iglesias y Rufián recibiendo guantazos descomunales. Gabriel nos demuestra diariamente el gran daño que el sistema educativo catalán le ha hecho a su juventud. Cosa distinta es Tardá. El pragmático político catalán vende ahora su apoyo presupuestario a Pedro Sánchez a cambio de que ordene retirar a la fiscal general la acusación de rebelión contra los políticos secesionistas. La sonrisa de Sánchez devino marmórea en los estrados: sin brillo. Habremos de ver si Tardá, al final, reirá sobre la tumba política de un presidente reculador.

Pero, ¿y Aznar? Aznar se descojona ad nauseam como viene haciéndolo desde hace varios lustros: de los antiguos camaradas populares que lo dieron de lado, de los enemigos socialistas que se hunden en la miseria de las rectificaciones y los pasos en falso, de los "anticapitalistas" con chalet en Podemos y de los "golpistas" catalanes con los que decidió dejar de parlar en la intimidad.

Aznar es un hiénido descojonado, per se, mientras que Sánchez padece de úlcera presupuestaria y a Susana Díaz se le van quedando impresos en el rostro, caducados, los pliegues de una cada vez menos creíble sonrisa profident.

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