El Tiempo Un inesperado cambio: del calor a temperaturas bajas y lluvias en pocos días

Cuando ya apenas escuchamos los sones penetrantes de la última marcha, cuando nuestras pupilas dejan de llorar por culpa del incienso y los aromas de las flores comienzan a ser verdaderamente importantes, llega el tiempo de la Resurrección, una bella palabra que para muchos empieza y acaba el Domingo con el que decimos adiós a la Semana de Pasión, pero que, y aun siendo indiscutible su sentido religioso, encierra mucho más.

A veces resucitan sentimientos que creíamos agotados, resucitan olores que nos devuelven a aquellos años de la goma de borrar y lápiz recién afilado. En ocasiones vuelven a la vida rencores pasados y enterrados bajo mil besos, y que brotan de nuevo devolviéndonos a una vida que no queremos. Resucitan sabores envueltos en besos que nos estremecen causándonos placer, y al final, nos damos cuenta de que la vida, toda la vida, es un constante resucitar, un constante volver a lo que, o bien dejamos atrás, o bien olvidamos sin darnos cuenta.

Como en aquella ya lejana Semana de Pasión que murió, como tras la perdida infancia, o el infeliz desenlace que nos unió a la vida, resucitamos con cada nuevo día, y es precisamente nuestro entorno el que nos da la mano.

El Puerto, siempre El Puerto, para algunos, el Muerto de Santa María, para otros la ciudad fantasma, la olvidada, o la que es necesario enterrar en nuestro desprecio, la misma que para mí resucita en cada amanecer, la que jamás murió, pero que, si quedó clavada, muerta y sepultada bajo los escombros de mil desprecios y luchas, y la que, a pesar de los intentos, resucita en cada nuevo momento.

Tras los años vividos, tras los olvidados momentos en que se nos privó del recuerdo de que es la Resurrección, volvemos a vivir ese ciclo, monótono, constante y necesario, el momento de entender que tras la muerte llega la resurrección, el momento en el que el pino cortado lleno de bolas, el mismo que pasado el momento dimos sepultura en el contenedor, resucita en forma de flor primaveral. Y es que, por fin, hemos retornado a nuestro ciclo vital y El Puerto, a sus momentos en donde sentiremos como las calles volverán a fluir de vitalidad colorida y alegre.

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